CRÓNICA: Israel Fernández quita el sentío con su show en el Gran Teatre del Liceu

El talento innato de Israel Fernández es incuestionable. El joven toledano, de pureza indomable, se ha convertido en el nuevo icono flamenco por su propio pie. Cantando por alegrías, por toná, por soleá o por lo que le pongan, siempre con la melena al viento y unos quejíos que quitan el sentío. Sin aliento nos quedamos nosotros al asistir a su concierto en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona anoche, programado dentro del Festival Mil·lenni.

La puesta de largo de ‘Pura sangre’ (2023), el último álbum del cantaor, llegó con Israel Fernández vestido al más puro rockstar (o “Jesucristo Superstar”), pisando las tablas del escenario con seguridad. A su lado, el maestro de la guitarra Diego del Morao y un trío de coros, palmas y cajón, oriundos de Jeréz de la Frontera y de Cádiz, marcando el compás de Soleá de la casa.

Comenzó soltando al aire alegrías, y afirmó que cada concierto es único según las circunstancias y el recinto. En este caso, Israel estaba nervioso a la par que emocionado de poder actuar en un templo de la música como el Liceu. El espectáculo no había hecho nada más que empezar y el público se rendía con ovaciones, jaleos y gritos cariñosos.

A medida que iban llegando canciones como Puchero y sartenes, los tangos Caminos y vereas, o las bulerías Despierta y Al tercer mundo, todos entendíamos su discurso, basado en defender que la pureza va más allá de razas y colores, sino que es fruto de humildad, verdad y lealtad por lo que se siente.

De pronto, el artista se sentó delante del piano de cola y pidió perdón a los pianistas, afirmando que él es autodidacta. ¡No hace falta disculparse si Vino Amargo suena tan bien! “Lo importante es apostar”, confirmaba él mismo. Diego del Morao tiene mucho protagonismo y por eso merece un momento a solas. Manifestó el orgullo que siente por su amigo Israel, con quien ha recorrido un largo camino profesional de la mano. Turno para las seguidillas y los fandangos. Tras un repaso por su repertorio flamenco, el final lo firmó La tuya y la mía, con todos bailando y sonriendo. ¡Cuánto arte!

Texto: Gemma Ribera

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