MÚSICA – BARCELONA – CRÓNICA
Nil Moliner volvió a actuar anoche en casa dos años más tarde, y en esta ocasión, llenando el Palau Sant Jordi por primera vez. Invitó a los 16.000 asistentes a entrar en su universo, ese ‘Lugar Paraíso’ cargado de energía, optimismo y buen rollo. El concierto empezó con una introducción filosófica sobre seguir “la luz” que nos arrastra a ese “espacio seguro” donde los problemas se dejan atrás, aunque sea durante un rato. Los acordes de Mi Religión marcan el comienzo de una noche única e irrepetible.
Junto a él, once músicos y cuatro coristas. Todos ellos dispuestos a mimetizarse para ser uno y montar una fiesta al nivel de un público variado, que va desde infantil hasta adulto, y que no se cansa de corear, cantar y bailar sus canciones. El primer bloque tuvo mucho ritmo. Prácticamente sin pausas interpretaron Dos primaveras, Nada que decir, Idiotas, Déjame escapar y Costa Rica. “Esto es una auténtica locura. ¿Cuánta gente ha venido a bailar?” señalaba eufórico antes de emprender un viaje por los temas más populares de sus tres álbumes de estudio. Lanzó el reto de la Dance Cam, en la que el público tenía que darlo todo frente a la cámara durante Me quedo, y a partir de ahí fueron soltando adrenalina.
Había una presentación para cada canción. Todo tenía sentido en los discursos. Quizá un poco ‘Mr. Wonderful’, pero así es el de Sant Feliu de Llobregat. «Esta es para todos los niños y niñas que habéis venido. Nunca pierdas la esperanza y las fuerzas para luchar por un mundo mejor. Habéis escogido que esto sea vuestro Lugar Paraíso», dijo por ejemplo antes de entonar Good day. Después sonaron Som ocells, la que fue su primera canción en catalán, y Mi bandera, con el detalle de introducir pirotecnia de color verde.
Lo que llama la atención de Nil Moliner es su evolución. El cantante y compositor catalán, consciente del camino recorrido, se mostró muy agradecido. Tuvo palabras para sus productores Manu Guix y Roger Rodés, para el público que le ha visto crecer y también para su primera banda -con Ignasi Caballé y Ferran Samper al frente- con la que empezó tocando versiones de otros artistas en “garitos de mala muerte”, según reconoce él mismo. Precisamente, acompañado por los seis músicos habituales, dio paso al segundo bloque. “Estar con mis amigos cerquita del fuego también es mi Lugar Paraíso”, señaló Moliner.
Situados en la pasarela, justo detrás de lo que figuraba una hoguera, tocaron Mejor así y Querer no me queda tan mal, así como un acertado medley con El despertar, Hijos de la tierra, Por última vez y Cien por cien, esta última combinando el castellano, catalán y euskera. “En realidad es muy fuerte esto. Gracias por apostar por la música en directo”.
Para según qué temas se colgó la guitarra encima, y también demostró sus dotes al piano. De hecho, tocó el piano en Ara, con un Nil Moliner que acabó encima del instrumento de cuerda mientras volaba confeti, antes de recibir a dos invitados de lujo: sus «hermanos» Álvaro de Luna y Dani Fernández, para cantar juntos Luces de ciudad. Acto seguido, Soldadito de hierro, Enséñame y Esperando marcaron el final del bloque.
Lo más sorprendente e impactante llegó cuando el protagonista de la noche se desplazó a una plataforma situada en el centro de la pista, ésta se elevó varios metros y desde allí arriba se puso a tocar la batería versionando grandes éxitos de otros artistas como la famosa Bzrp Music Session Vol. 52 con Quevedo, Vagabundo de Sebastián Yatra o la versión de Puedes Contar Conmigo de Maria Escarmiento. Y siguiendo con esa “locura” ya mencionada, al turno de Vuela Alto, literalmente empezó a volar (sujetado por un arnés) hacia el escenario principal.
Pero, por si el canto a la positividad no era suficiente a esas alturas del show, todavía quedaban las animadas Quan no siguis a prop, Bailando y Libertad, aunque el broche de oro lo puso con Meneíto y Tú, recordando que “la fiesta es ahora, hoy y aquí”. Bueno… ahora o en diciembre de 2025, ya que anunció que volverá al Palau Sant Jordi por esas fechas.
Texto: Gemma Ribera
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