CRÓNICA: ‘Pirineos Sur 2025’ vibrA del Moncayo al beat con Juanjo Bona, Delaporte, Izaro y Amaia

MÚSICA – BARCELONA – CRÓNICA

Hay festivales que suenan bien. Y luego está Pirineos Sur, que suena, vibra y se siente distinto. Porque aquí, entre montañas y estrellas, la música flota —literalmente— sobre el agua del embalse de Lanuza. En esta edición de 2025, nosotros lo vivimos durante dos noches mágicas, el 18 y 19 de julio, donde el talento joven, la emoción pura y el baile desenfrenado marcaron el ritmo de un largo festival que cada año deja el listón más alto.

La primera noche arrancó con Juanjo Bona, y con él llegó también un pequeño hito: convertirse en el artista más joven en actuar sobre este escenario flotante. A sus 20 años, el aragonés debutó en Lanuza con Recardalino, su primer álbum, en el que reivindica la jota desde una mirada pop, moderna, emotiva y muy personal. Sonaron piezas como Moncayo, Golondrinas, El destello, La magallonera o Mis tías, donde la tradición se tiñó de sintetizadores y sensibilidad contemporánea, generando una actuación tan íntima como vibrante..

La producción es moderna, sí, pero la raíz está muy presente: Juanjo no reniega del folclore, lo acaricia, lo actualiza y lo hace suyo. Su interpretación fue de las que se quedan clavadas: cantó con el alma, defendiendo cada verso, y logró emocionar a un público que venía con ganas… y se fue completamente conquistado. El cariño era palpable entre los asistentes, muchos de ellos fans incondicionales, que no pararon de corear y animar. El suyo fue un viaje emocional entre la tierra, la voz y la identidad. Y de esos, no se ven muchos.

La energía se multiplicó por mil cuando Delaporte tomó el relevo. Lo suyo fue un vendaval de electrónica, ritmo y descontrol sano. Sandra, un torbellino imparable, bailaba, gritaba, saltaba, conectaba con el público con una intensidad contagiosa, mientras Sergio lanzaba bases desde su universo paralelo de sintetizadores. Sonaron hits como Un jardín, Soy de aquí, Ángel caído o Toro, cada uno más potente que el anterior. Y cuando llegó Cariñito, todo el mundo sonrió: esa canción ya es un clásico en Lanuza, y aquí sonó con la fuerza techno de quien sabe celebrar las raíces desde el beat. El broche fue Cagarla, que dejó el embalse al borde del colapso rítmico. Porque como dicen ellos: “si no, ¿para qué estás vivo?”.

La jornada del sábado arrancó con un cambio inesperado: la anunciada Valeria Castro canceló por una pérdida familiar, pero su amiga Izaro no solo la sustituyó, la honró. Recién llegada de México, sin maletas, pero con el alma llena, se plantó en el escenario con su banda y nos regaló un concierto lleno de sensibilidad, calidez y respeto.

Cantó en euskera y castellano, habló con el público, explicó el porqué de sus letras, y emocionó con Mi canción para Elisa, dedicada a su abuela. Al final de su show, dejó al público con el corazón en la mano cuando sonó La raíz de Valeria, coreada por todos como muestra de amor colectivo. Fue un concierto sincero, con luz propia, que transformó una ausencia en un momento profundamente especial.

Y después, apareció Amaia. Lo suyo es un caso único: carisma sin artificio, virtuosismo sin aspavientos, voz que no necesita más que un silencio para brillar. Salió entre estructuras al ritmo de Tocotó y lo dio todo: piano, arpa, versiones exquisitas (Zorongo gitano, Santos que yo te pinte), interacción constante con el público (sí, incluso con los valientes que acabaron en el agua helada), y una colección de canciones propias que atraviesan por dentro.

De Magia en Benidorm a Nanai, de Auxiliar a C’est la vie, Amaia demostró por qué se ha ganado el respeto de públicos de todas las edades. Su naturalidad, su dominio escénico, sus bromas sobre Pamplona (esa jota dedicada a su ciudad, que “es la mejor del mundo… aunque ya no viva ahí”), todo sumó a un show que rozó la perfección. Cerró con Bienvenidos al show dejando claro que no hay nada más elegante que saber emocionar.

Pirineos Sur 2025 fue una celebración del talento joven, de la música sin etiquetas y de ese lugar tan increíble en el que todo ocurre: Lanuza. Porque si hay algo que tiene este festival, es personalidad. Aquí no se viene solo a ver conciertos: se viene a vivir un paisaje, a compartir canciones bajo las estrellas y a descubrir que la cultura, cuando se hace con cariño, deja huella.

Gemma Ribera

© COMOexplicARTE

Deja un comentario