MÚSICA – BARCELONA – CRÓNICA
Pese a llegar con el tiempo en contra, India Martínez supo detener el reloj con su voz. La cordobesa aterrizó en Sitges el pasado viernes 2 de agosto entre retrasos aéreos y contratiempos logísticos, pero el Auditorio del Festival Terramar CaixaBank la esperó con el corazón hambriento. Media hora más tarde de lo previsto, el escenario se iluminó para recibir a una artista que, además de disculparse públicamente, ofreció un concierto íntimo, poderoso y generoso.
La noche arrancó con Se me olvidó otra vez, dejando claro que, más allá del flamenco-pop que la ha convertido en una de las voces más personales del panorama musical español, India Martínez venía a presentar su nuevo disco Aguachile, una propuesta que mezcla sonidos mexicanos con sus raíces andaluzas. Lo confirmó con la cuidada puesta en escena de Castigo, y con un setlist que equilibró la sensualidad de los nuevos ritmos latinos con la solemnidad de su herencia flamenca.
Sobre el escenario, la artista alternó fuerza y fragilidad, baile y contemplación. 5 sentíos, Karma o Como una bala pusieron al auditorio a vibrar, mientras que momentos como el interludio flamenco o su interpretación de La gitana, tocando el cajón, la conectaron con la esencia más pura de su identidad. Uno de los puntos álgidos de la velada llegó con Borrachita perdía, tema inspirado en el folclore mexicano. Con una botella de tequila en mano, compartió chupitos con los fans de la primera fila, en un gesto que desbordó complicidad.

De hecho, uno de los puntos fuertes de la noche fue el sólido equipo musical que la acompañó: nueve personas sobre el escenario, contando a la propia India, ofreciendo un sonido compacto y versátil. Llamó especialmente la atención la presencia constante de un cámara que la seguía muy de cerca, captando cada gesto y movimiento, una fórmula escénica que popularizó Rosalía en sus giras y que aquí reforzaba la intensidad visual de algunos temas.
Más adelante, India Martínez bajó el ritmo para ofrecer versiones delicadas y conmovedoras a piano y voz, cantando un pedacito de Tipo tú y La Saeta. El silencio reverencial del público fue roto solo por los aplausos sinceros, como cuando pidió iluminar el cielo de Sitges con los móviles durante Olvidé respirar.
No faltaron grandes éxitos como Loco, Si ella supiera, Hoy o Corazón hambriento, y en los bises, un auténtico regalo: 90 minutos y Vencer al amor —esta última cantada entre el público, bajando del escenario para abrazar literalmente a sus seguidores. Aguasanta y Obsesión cerraron un repertorio de hora y media que desmintió cualquier atisbo de fatiga.
A nivel narrativo, el concierto estuvo algo desordenado, más cercano a un repaso libre de canciones que a un espectáculo con hilo conductor. La falta de una estructura clara, con transiciones abruptas entre estilos y momentos muy contrastados, generó cierta sensación de caos escénico. Aunque cada tema brilló por sí solo, e India los defendió con entrega, el conjunto careció de una narrativa que guiara emocionalmente al espectador de principio a fin.
India Martínez cumplió, y con creces. A veces, lo que empieza tarde llega en el momento justo. Porque hay conciertos que no se miden en horarios, sino en verdad. Y la de India en Sitges fue absoluta.
Gemma Ribera
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