CINE – NACIONAL – CRÍTICA
En un cine español que a menudo olvida a sus mayores y silencia la diversidad sexual en la tercera edad, Maspalomas llega como un soplo de aire fresco y necesario. Presentada en la sección oficial del 73º Festival de San Sebastián, la película de Jose Mari Goenaga y Aitor Arregi se adentra sin tapujos en la vida de Vicente, un hombre de 76 años que disfruta de una vejez plena y abiertamente homosexual en la localidad canaria que da título al filme, y que por un contratiempo se ve obligado a cambiar de rumbo.
Por problemas de salud y economía debe regresar a San Sebastián, enfrentarse a la relación con su hija (Nagore Aranburu) tras años de distancia, y adaptarse a la rutina de una residencia de ancianos, un entorno que contrasta radicalmente con la independencia y la vitalidad que había logrado, donde la privacidad y la autonomía se ven reducidas y la identidad se repliega de nuevo.
El prólogo de Maspalomas arranca con fuerza: se sumerge sin tapujos en el ambiente gay de Maspalomas, con escenas íntimas y explícitas que no dejan indiferente al espectador. Es un inicio impactante que funciona como declaración de intenciones y establece un tono directo y sin concesiones. Tras esta introducción, el salto del título marca el comienzo de la verdadera acción: Vicente y la pérdida gradual de la autonomía que tanto valoraba, introduciendo el conflicto central de la película de manera clara y contundente.
Poner a un protagonista sénior en el centro de la historia es un acierto que convierte a la película en una experiencia universal. Vicente no solo representa a los mayores LGTBIQ+, sino que se erige como espejo de cualquier espectador: un recordatorio de que todos seguimos sintiendo, deseando y manteniendo nuestra identidad independientemente del paso del tiempo. La película muestra cómo se acostumbra a nuevas rutinas, cómo se tienden puentes con personas inesperadas y cómo se preserva la dignidad frente a la pérdida de libertad, narrado con un tono de drama con tintes de comedia que suaviza la dureza sin restarle verdad.
Lo mejor de Maspalomas es, sin duda, su protagonista. José Ramón Soroiz ofrece una interpretación magistral, capaz de transmitir con una mirada múltiples emociones: dolor, ternura, resignación y esperanza. Su trabajo en las escenas más explícitas, coordinadas con profesionales de intimidad, demuestra profesionalidad y entrega. El cambio físico y actitudinal de Vicente en los meses que separan el prólogo del resto de la historia es notable, y podríamos decir que su actuación se postula como una de las más destacadas del panorama cinematográfico actual en nuestro país.
Como en sus anteriores trabajos, los Moriarti demuestran su capacidad para abordar temas distintos y necesarios, sin conformarse con una temática ni recurrir a trilogías. Cada película es única, y en Maspalomas se aprecia su compromiso con la autenticidad, el respeto y la representación, incluyendo un énfasis en las lenguas, especialmente el euskera, que aporta riqueza cultural y lingüística.
¿Por qué verla?
En definitiva, Maspalomas se inscribe en una trayectoria del cine español que ha ido abriendo espacios para mostrar la diversidad con honestidad. Lo que podría haber sido un relato meramente dramático se convierte en una historia dura a la par que tierna que nos recuerda que la libertad, la identidad y el deseo no tienen edad, y que cada vida merece ser vivida plenamente, con sus contradicciones y alegrías intactas. Es un filme que invita a mirar más allá de los estereotipos y a reconocer la complejidad de la existencia humana. Llega a los cines el 26 de septiembre de 2025.
Valoración: ★★★★
Texto: Gemma Ribera
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Aquí el trailer:
