CINE – NACIONAL – ENTREVISTA
Durante una entrevista colectiva celebrada en el Nobu Hotel Barcelona junto a otros dos medios especializados, tuve la oportunidad de conversar con Daniel Guzmán, director y protagonista de La deuda, su nuevo largometraje tras A cambio de nada. La película, protagonizada por el propio Guzmán, aborda desde la intimidad de dos personajes temas universales: la culpa, la dignidad, la vivienda, la precariedad y los vínculos afectivos entre generaciones. En esta charla, el cineasta madrileño comparte su visión sobre el realismo en el cine, la dirección de actores y el compromiso social que impregna su obra.
Guzmán arranca reivindicando la naturalidad como base de su cine: “Cuando una película parece que tiene mucha veracidad… no es porque cojas actores no profesionales y los metas con profesionales, sino por el proceso de trabajo que hay detrás.”
Esa insistencia en lo cotidiano se refleja en su elección de personajes, en los silencios y en los gestos mínimos. Cuando le comento que los silencios en La deuda pesan tanto como las palabras, él responde: “Los silencios no son pausas vacías (…) esos silencios suceden de manera orgánica. Son silencios que se producen entre la interacción, entre la acción-reacción y en la persecución del objetivo de cada personaje.”
Para alcanzar esa autenticidad, Guzmán dedica tres meses de ensayos intensos, donde el guion se convierte en un punto de partida más que en una estructura cerrada. Se parte del texto, pero también de la improvisación, la escucha y la conexión emocional.
El cineasta también valora la estética como una aliada del contenido: “Hay fotografías ahí, una parte de ese Madrid que generalmente no se suele ver… mi premisa fue hacer una foto elegante, con luces y sombras, colores cálidos y fríos a la vez, para que lo social no se convierta en melodrama.” Así se construye un Madrid que habla, que se convierte en protagonista silencioso de la historia. Para Guzmán, la cámara no solo narra, sino que observa, respira y acompaña.
Una de las preguntas giró alrededor de por qué decidió interpretar a Lucas, su propio protagonista. Guzmán confiesa que fue una decisión meditada: “Cuando eres director y productor a la vez, tienes un problema… a mí me gana siempre lo artístico… y en esta película decidí asumir ese riesgo.”
El director explica que la elección tuvo que ver con la complicidad emocional que construyó con su coprotagonista, Charo García, durante los ensayos: “Tenía que decidir entre darle el papel a otro actor o hacerlo yo, que conozco al personaje y ya tengo esa conexión establecida.” No fue una decisión caprichosa, sino una consecuencia coherente del proceso creativo. Guzmán reconoce que actuar le permitió vivir desde dentro el conflicto emocional que había escrito, aunque dirigir y actuar simultáneamente fue un desafío constante.
Cuando le pregunto a quién le gustaría mostrarle la película, su respuesta es inmediata: “Se la enseñaría a todos los grupos políticos. Me encantaría que pudiéramos debatir de ella por su componente social, por el tema de los mayores, de la culpa, de la vivienda.”
La deuda no busca ofrecer respuestas, sino invitar al espectador a reflexionar sobre lo que damos por sentado. Al abordar el tema de la culpa, su mirada se aleja de la moralina: “La culpa muchas veces me ha bloqueado… es un lastre que nos fagocita y no nos deja evolucionar.” Habla de una culpa que no es solo personal, sino también social, una herencia cultural que limita nuestras decisiones y nos impide avanzar.
Si nos detenemos a pensar cuál es la deuda más urgente en España hoy, Guzmán lo tiene claro: hay más de una. Concretamente, tres: “La afectiva con los mayores, la deuda con la vivienda y la deuda del juicio, es decir, juzgar sin comprender. Los grandes grupos ganan mientras la gente se va a las afueras… no puede ser que el 80% de tu sueldo vaya a la vivienda.”
El director también se muestra crítico con la polarización política y el impacto emocional de las redes sociales: “Parece que estás viviendo vidas de mentira para que otros te vean. Eso afecta emocionalmente.”
a conversación con Daniel Guzmán deja la sensación de haber escuchado a un creador que no separa la vida del arte. Su cine no pretende sermonear, sino mirar de frente la vulnerabilidad: la de un país que envejece, la de unos jóvenes sin hogar ni certezas, la de quienes cargan con una deuda invisible. Con La deuda, Guzmán no solo busca contar una historia íntima, sino proponer una mirada crítica sobre nuestra manera de habitar lo social, lo intergeneracional y lo urbano.
He estructurado la entrevista de forma distinta para que quienes lleguen a este artículo encuentren una lectura cercana y profunda, más allá de la simple reproducción de preguntas y respuestas. ¿A ti qué te parece este formato?
Entrevista: Gemma Ribera
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