MÚSICA – BARCELONA – CRÓNICA
Convertida en una de las voces más singulares surgidas de Operación Triunfo 2023, Violeta Hódar ha pasado en tiempo récord de promesa televisiva a construir un universo artístico propio, conceptual y profundamente visual. Y anoche lo demostró en Barcelona: la primera de sus dos fechas en la sala Paral·lel 62 no fue un concierto al uso, sino un rito escénico, una ópera pop donde lo íntimo y lo monumental convivieron con una naturalidad que solo ella puede sostener. Desde la obertura quedó claro que su propuesta no busca repetir ni satisfacer expectativas ajenas: cada noche es una pieza única, irrepetible, hecha a mano y a corazón descubierto.
El directo avanzó dividido en tres actos, como su proyecto conceptual. En el Acto I, piezas como Corazón Mande, Cruz y Delicia, y Delirio se desplegaron con una delicadeza casi litúrgica, atravesadas por respiración, tensión y un control magistral de la voz. Después llegó Libertá, con una energía que se sintió al máximo.
La artista granadina navegó por el repertorio de su universo con la seguridad de quien conoce su lenguaje y lo defiende hasta la última nota. De la intimidad al estallido: teatralidad, movimiento, respiración dramática. Cambios de vestuario, pelucas, y una colección de looks que mezclaban lo gótico y lo angelical. Violeta fue poco a poco transformándose, revelándose, e imponiendo un imaginario tan personal como impecable. No solo cantó: sirvió “face card”, actitud y presencia escénica con una sofisticación sorprendente.
El Acto II fue puro contraste: ¡Ay!, 17:17 y una emocionante versión de Summertime mostraron su versatilidad vocal y escénica. Hubo cambio de peluca, juego con su identidad performativa, y momentos de piel expuesta como Me Pelea — un estallido emocional que encendió a la sala. La energía volvió a subir al turno de Contigo, con un cuerpo de baile que la rodeaba como sombras y alas, subrayando su tránsito emocional: cuerpo, deseo, entrega.
Los bailarines son precisamente los que empujan la narrativa emocional desde la carne hacia lo sagrado. Y en mitad de la intensidad, un regalo inesperado: una canción inédita que interpretó acompañada por la cantante Naila al piano. Una pieza frágil y poderosa, que promete una exploración aún más profunda de su mundo interior. Incluso se atrevió a hablar en catalán y alabar la ciudad de Barcelona, creando un puente íntimo con el público que respondió con una ovación cálida y orgullosa.
Ya en el Acto III, la emoción se volvió casi mística. Les Feuilles Mortes aportó clasicismo y melancolía; Sabor de Anhelo y Cruel Final confirmaron su capacidad creativa. Luego llegaron la delicadeza luminosa de Pearls y la plegaria íntima de Ojalá, antes de cerrar con Trance, que dejó al público suspendido entre lo terrenal y lo divino.
La primera noche del Paral·lel 62 dejó una certeza: Violeta Hódar no interpreta canciones, las encarna. En un panorama donde la prisa manda, ella apuesta por el detalle, la emoción lenta, la construcción de un universo. Cada concierto suyo muta, respira distinto, vibra con una verdad nueva.
Gemma Ribera
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