REVIEW #CINE: ‘Siempre es invierno’, David Trueba reflexiona sobre el desamor y la reconstrucción personal

Siempre es invierno, la nueva película de David Trueba, no solo retoma el lazo creativo entre el director y David Verdaguer —quien ya protagonizó su anterior éxito Saben aquell—, sino que profundiza en una premisa íntima y arriesgada: la historia de desamor, soledad y reconstrucción personal. En esta ocasión, Verdaguer interpreta a Miguel, un arquitecto paisajista que viaja a Bélgica con su pareja, solo para enfrentarse a una ruptura abrupta que le precipita a un período de crisis emocional. Su estancia en Lieja, rodeado de frialdad y distancia, se convierte en el escenario perfecto para reencontrarse con una mujer mayor que él, cuya presencia supone una genuina oportunidad para redescubrirse, desafiar prejuicios sociales y reenfocar su vida.

Trueba, que se atreve por primera vez a adaptar al cine su propia novela (Blitz), opta por una puesta en escena contemplativa y delicada, en la que los silencios, los gestos mínimos y los espacios helados dialogan con la melancolía interior de Miguel. La fotografía —dominada por tonalidades frías y grises— y una banda sonora melódica, con guiños a Georges Brassens y Franco Battiato, contribuyen a construir ese “invierno emocional” que el título evoca tan bien. El ritmo, pausado, permite que la narración respire, aunque en algunos tramos pueda parecer demasiado dilatado.

En lo actoral, Verdaguer entrega una interpretación audaz y madura, ideal para transmitir la vulnerabilidad y el desencanto de su personaje. Isabelle Renauld brilla como Olga: su presencia irradia ternura, experiencia y una sinceridad que rompe con los estereotipos de la belleza femenina en la madurez. La química entre ambos se convierte en el corazón del film. Amaia Salamanca, en su papel de Marta, funciona como desencadenante de esa espiral emocional, aunque su arco podría haber tenido más profundidad.

Más allá de la historia de desamor, Siempre es invierno es también un manifiesto contra la “dictadura edadista femenina”: Trueba denuncia abiertamente la presión que la sociedad ejerce sobre las mujeres al envejecer, y reivindica el valor de las relaciones intergeneracionales y del deseo en todas las etapas de la vida. En ese sentido, el film resulta valiente, honesto y necesario.

No obstante, el ritmo reflexivo y el minimalismo narrativo pueden no conectar con todos: algunos espectadores pueden esperar más intensidad dramática o mayor urgencia en el conflicto, y el uso de la música o ciertas digresiones del guion no siempre logran un impacto contundente.

¿Por qué verla?

Porque es una película madura, sensible y profundamente humana. No tiene la ligereza total de una comedia, ni el dramatismo extremo de un melodrama: se mueve en un punto intermedio, donde el dolor y la esperanza conviven con ternura. Es reconocible su capacidad para emocionar y hacer pensar, y funciona como un ejemplo de cómo el cine puede abordar temas universales como el paso del tiempo, la soledad y la reconstrucción personal con honestidad y delicadeza.

Valoración: ★★★★

Texto: Gemma Ribera

© COMOexplicARTE

Aquí el tráiler:

Deja un comentario