PRESENTACIÓN #MÚSICA: La listening party de ‘LUX’ en Barcelona confirma el giro espiritual y visual de Rosalía

MÚSICA – BARCELONA – PRESENTACIÓN

La ‘listening party’ de LUX comenzaba puntual, a las 21:30 h. Al llegar, nos encontramos una imagen suspendida entre lo sagrado y lo performativo: Rosalía, inmóvil, cubierta con una sábana blanca en mitad del escenario. Tan quieta que muchos creyeron que se trataba de una figura.

Reposaba sobre un altar iluminado, rodeada de velas y penumbra. Un silencio expectante lo cubría todo. Entonces, sin previo aviso, la calma se quebró: una alerta meteorológica del Govern de Catalunya interrumpió el inicio del evento. Un mensaje en los móviles avisaba de lluvias torrenciales y recomendaba evitar desplazamientos innecesarios. Pero nadie se movió. Nadie quiso marcharse. Había algo casi irónico en esa coincidencia: dentro, una ceremonia dedicada a la luz; fuera, el diluvio.

Nos convocaron sin demasiadas pistas: una dirección, una hora y una recomendación muy clara —“venid con los oídos abiertos”. Al llegar, entendimos por qué. El espacio —blanco, casi etéreo— respiraba pureza. Velas encendidas, cortinas ligeras, una iluminación que parecía latir. Todo estaba pensado para escuchar, no mirar. El álbum se había filtrado horas antes parcialmente en la red, lo que añadió tensión al momento y cierta urgencia.

Entre los invitados, nombres del mundo de la moda, la prensa y el cine compartieron espacio con fans que habían seguido su trayectoria desde Los Ángeles hasta Motomami. Hubo lágrimas, suspiros y más de un instante de silencio reverencial. Reinaba una especie de recogimiento que no esperas encontrar en un evento musical. El ambiente invitaba a la escucha atenta, a la inmersión. Rosalía había previsto que se viviera como un acto casi ceremonial.

La voz de la catalana apareció entre susurros y respiraciones. En ese momento empezó LUX. Sintiéndola más desnuda y visceral que nunca, envolvía a los presentes mientras se sucedían temas donde conviven la experimentación electrónica, el cante más puro y una delicadeza casi espiritual.

La artista hizo su aparición al final del pase, vestida con un vestido marfil de aire angelical de la diseñadora Colleen Allen. Bajó del escenario y se fue por el pasillo entre un público en pie con gestos de agradecimiento, pero sin hablar. Eso sí, nos dejó a los asistentes esa sensación de estar ante un nuevo capítulo.

Con colaboraciones como Björk, Yves Tumor y la participación de la London Symphony Orchestra, el álbum se estructura en cuatro movimientos con 18 canciones y abarca hasta 13 idiomas diferentes. LUX no es un proyecto pensado para el ruido del presente. Es una obra de madurez, un punto de inflexión. Rosalía deja atrás el caos controlado de Motomami y se adentra en un terreno más introspectivo

En sus letras se intuye una reconciliación con la fe, el cuerpo y el arte como refugio, pero también una crítica al exceso y la pérdida de autenticidad. No busca el hit, sino la comunión. Cada tema parece parte de un mismo hilo emocional: un viaje que comienza en la sombra y termina en la luz. Quizá por eso LUX no se entiende como una colección de canciones, sino como una experiencia sonora y emocional completa.

Gemma Ribera

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