MÚSICA – BARCELONA – CRÓNICA
Amaral regresó a Barcelona con el cartel de entradas agotadas y una certeza rotunda: están viviendo un momento brillante de su carrera. Pese al tiempo transcurrido desde su debut, el dúo zaragozano no se presenta como una banda que vive de sus glorias pasadas, sino como un proyecto en constante mutación. Su nuevo disco, Dolce vita, fue interpretado en su totalidad en un concierto extenso, intenso y milimétricamente pensado. En un gesto poco habitual en los tiempos que corren, Eva y Juan apostaron por un concierto en el que el presente se impone sin pedir permiso, sin tener que justificar su vigencia.
La maquinaria del recuerdo se activó con ‘Toda la noche en la calle’, primer regreso al cancionero clásico, coreado con entusiasmo por un Sant Jordi Club abarrotado. Poco después, Juan Aguirre, solo con su guitarra Rickenbacker, se internó en el público para recuperar ‘Tardes’, una joya del repertorio más antiguo del grupo. El contraste con ‘En el centro de un tornado’ fue evidente: la nueva canción se presentó envuelta en una atmósfera casi teatral, con Eva suspendida del techo, envuelta en rojo, mientras cantaba por los que no tienen voz. La producción del concierto oscilaba con naturalidad entre lo íntimo y lo espectacular, entre el susurro y la denuncia, entre la nostalgia y la urgencia
En esta nueva gira hay algo que salta a la vista desde el primer momento: hay más medios, más producción, más ambición visual y escénica. Sin perder el carácter emocional y cercano que siempre ha definido sus directos, Amaral se permite ahora jugar en una liga más espectacular. La pasarela que se adentra en el público, los músicos en directo reforzando el sonido con solvencialos tres cambios de vestuario de Eva Amaral —cada uno pensado para subrayar distintas atmósferas del repertorio— dan buena muestra de ese salto cualitativo.

Este despliegue, lejos de diluir la esencia del dúo, parece potenciarla. Las canciones nuevas se benefician de esta puesta en escena más cuidada, y los temas clásicos encuentran una nueva lectura en este contexto. No hay nada gratuito en lo visual: cada elemento tiene un sentido, una función, una intención clara. El resultado es un directo que sigue siendo profundamente Amaral, pero que se presenta ahora con un envoltorio a la altura del discurso que defienden.
Algunos de los momentos más emotivos vinieron precisamente con esas canciones que el grupo ha utilizado como altavoz para causas sociales. ‘Podría haber sido yo’, que homenajea a Víctor Jara, fue uno de ellos: sin artificios, sin ornamentación, dejando que la letra y la interpretación hablen por sí solas.
El equilibrio entre los temas nuevos y los clásicos fue mantenido con cuidado, sin que ninguna parte del repertorio pareciera sobrar o estar allí por compromiso. Canciones como ‘Moriría por vos’, ‘Días de verano’ o ‘Resurrección’ mantuvieron la energía en lo alto y mostraron la capacidad del dúo para revisitar sus propios éxitos sin automatismos.
El tramo final del concierto se repartió en dos tandas de bises que no bajaron la intensidad. ‘No lo entiendo’ o ‘Hasta que la música se acabe’ convivieron con ‘Marta, Sebas, Guille y los demás’ y, cómo no, con ‘Sin ti no soy nada’, uno de los momentos más coreados de la noche. Pero lejos de cerrar el concierto con un clásico, Amaral apostó por ‘Ahí estás’, uno de sus últimos singles, que aprovechó para dedicar al público, agradeciendo constantemente el apoyo y el calor recibido siempre que pisan Barcelona.
La formación que acompaña al dúo también merece mención aparte: músicos versátiles como Ricardo Esteban, Álex Moreno, Sergio Valdehita, Laura Sorribas y Miri Moreno, encargados de dar cuerpo a una propuesta sonora que no deja huecos. El sonido fue compacto, claro y envolvente, y permitió que cada matiz tuviera su espacio. Eva Amaral, con una voz intacta y una entrega física que no cede al paso del tiempo, demostró por qué sigue siendo una de las grandes frontwomen del pop español. Y Juan Aguirre, elegante y preciso, sostuvo con su guitarra una estructura musical que no deja de buscar nuevos caminos.
Gemma Ribera
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