MÚSICA – INTERNACIONAL – CRÓNICA
Hace medio año que se anunció la única parada de Adele en España durante el transcurso de su tercera gira Adele Live 2016 y en cuestión de horas se agotaron todas las entradas disponibles para los días 24 y 25 de mayo. Anoche, dada la fecha, se plantó en el Palau Sant Jordi cinco años después de su visita a la Ciudad Condal -en ese entonces tocando en la Sala Bikini para alrededor de 700 personas- y maravilló con su majestuosa voz a los primeros 18.000 asistentes, algunos de ellos procedentes del resto de la Península y otros incluso de fuera de nuestro país. Hoy la historia se repite, así que si vas a ir y quieres huir de los spoiler, puedes pasarte por aquí mañana, ¡no pasa nada! Si por el contrario te interesa saber como vivimos el concierto, ahí va.
Con la pista convertida en grada, es decir, todo el Palau formado por asientos asignados, la gente, a su llegada, iba ocupando su sitio y observando la escenografia: una plataforma cuadrada en el centro y el escenario principal cubierto por una lona donde se proyectaba un primerísimo primer plano de Adele con los ojos cerrados. Nada más. Así de simple, así de efectivo.
En un abrir y cerrar de ojos, nunca mejor dicho, sonó «¿¡Hello!?» un par de veces, y Adele apareció en el medio, con su brillante vestido negro, pronunciando «Hello, it’s me…», la frase que tan popular se ha hecho y que da comienzo a su reciente éxito musical. Emoción a flor de piel desde el principio, señores.
Por el pasillo central retrocedía hacia el escenario para echar la vista atrás e interpretar Hometown glory. «Round your hometown…» cantaba cambiando la letra para referirse a Barcelona, mientras los monumentos de Gaudí de la ciudad se asomaban en el vídeo que suele haber en los conciertos para acompañar cada canción. En el estribillo de One and only, el siguiente tema, el proyector protagonista, con su función de telón, subió de repente para dejar al descubierto a la banda de músicos y coristas que completan el equipo.
«Hello Barcelona, it’s nice to see you!» fueron sus palabras iniciales. Y a partir de ese momento fue como si alguien le hubiese dado cuerda, porque en cada momento libre encontrado entre canción y canción se puso a hablar sin parar. Se interesó por saber si a parte de los de Barcelona había gente de fuera, y la respuesta fue claramente afirmativa. «Is there anybody from South London?» si, para su sorpresa, ingleses también había unos cuantos. Bromeando con el hecho de la larga espera para la fecha desde que salieron las entradas a la venta, preguntó incluso cuánta gente estaba allí siendo ella su regalo de Navidad o de cumpleaños. Muy simpática y segura de si misma, a los pocos minutos ya convencía a los asistentes con su discurso para que continuasen disfrutando del show.
Siendo consciente de que su estilo musical se caracteriza más bien por ser dramático, cabalgando entre los géneros intimistas como el jazz, el blues o el lado más dulce del pop, presentó uno de los temas más alegres que tiene, Rumour has it, animando a la gente a bailar: «I don’t have any happy songs. If you have come here to dance it is the wrong show. Here it is my only happy song, so it’s time to dance now!» y seguidamente se volvió a la solemnidad con Water under the bridge y I miss you.
Se la veía feliz, graciosa, cómoda y sobretodo muy agradecida en todo momento. Estuvo mandando constantes gestos de cariño y pidiendo luz para poder observar a todo el mundo. Sacando su faceta charlatana y escondiendo la supuesta timidez que tiene, se puso a explicar historias de su paso por España y anécdotas de las noches de fiesta del equipo, contagiando su risa a los presentes y ganándose su confianza. Al irse animando, pidió gritos al unísono de «Oé oé» a la española y quiso ue le dedicáramos una ola mexicana, la cual recibió con aplausos. Además, no dudó en subir al escenario algunos fans de tantos que hay entre el público juvenil ni en sacarse algún selfie junto a los seguidores de las primeras filas.
Después de presentar Skyfall –BSO de la vigésima tercera película de la saga James Bond- llegó el turno de la «acoustic session», o lo que es lo mismo, Million years ago, Don’t you remember y su nuevo single Send my love (To my new lover) en acústico. Al terminar bastó con pronunciar «When the evening shadows and the stars appear.. » de Make you feel my love para que el recinto se transformase en un cielo estrellado con las linternas de los móviles en mode on., que se mantuvieron encendidas en Sweetest devotion, con la banda situada en el escenario grande.
«This song changed my life, I wrote it 7 years ago to replace some things and it’s so important for me […] All my songs are based on my life but this is real real life.» dijo para dar pie a Someone like you, canción que ya es un himno hoy en día. Sin duda, uno de los momentos más intensos y emotivos, sin apenas más luz que la de los móviles, el público cantando a pulmón el estribillo de la canción en las dos ocasiones y ella desprendiendo su chorro de voz con una sonrisa de oreja a oreja, viendo las reacciones y las sensaciones generadas. «I love you too!» contestaba abiertamente a todos los «¡te quiero!» que se oían.
La cantante británica si que aprovecha la tecnología para hacer un montaje muy visual pero a la vez muy sencillo, simplemente para conectar con su público y mostrar sus expresiones mientras agudiza el mensaje de cada una de sus letras. Lo que se pudo ver a continuación fueron algunas pantallas a modo de cortina que simulan hologramas para apreciar sus movimientos en directo mientras canta Chasing pavements desde el centro del escenario, el efecto de lluvia en pantalla y en la realidad desde los primeros acordes de Set fire to the rain o algunas imágenes significativas de su niñez o su embarazo al cantar When we were young en el bis -la cual ha confesado que es su canción favorita- tras interpretar All I ask a solas con el piano. Nada de artilugios de última generación ni de hacer un show con un formato audiovisual demasiado complejo. Su voz no necesita grandes adornos. A un concierto como éste, justamente, la gente sabe a lo que va. Van a escucharla, a sentir en vivo las emociones que transmite y que ya llegan con solo escuchar su discográfica. Sólo hace falta recordar que el álbum que presenta en esta gira, 25, fue el más vendido en 2015.
En su despedida afirmó estar muy contenta de poder ver las caras de la gente y de saber que había personas que no era la primera vez que iban a un concierto suyo. Rolling in the deep era definitivamente el tema que faltaba por tocar, y qué mejor lugar para colocarla que en el cierre. Garra y fuerza en su voz, vitalidad en su persona y mucha energía en todo el recinto, el cual quedó repleto de confeti.
Igual faltaron más pantallas para poder ver a la artista desde cualquier punto del Palau mientras interactuaba on el público, pero más allá de este pequeño detalle, el espectáculo que ofrece Adele es de una calidad increíble a nivel interpretativo y con una elegancia y una formalidad asombrosas, aunque del mismo modo se ha podido comprobar que la de Tottenham tiene un corazón que no le cabe en el pecho y un punto de locura con el que consigue sembrar el buen rollo allá donde va siempre que lo deja a la vista.
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Texto y fotos: Gemma Ribera
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