TEATRO – INTERNACIONAL – CRÓNICA
Un año más me dejo caer por Fira Tàrrega, el mercado internacional de artes escénicas más importante del Estado Español que se celebra en la provincia de Lleida cada segundo fin de semana de septiembre. Hasta allí viajan compañías y artistas de teatro procedentes de todo el mundo (52 en esta 37ª edición) para mostrar su obra más reciente o su pieza más espectacular, a la par que profesionales (casi 850) y miles de curiosos van a echar un vistazo y a impregnarse de cultura callejera. Porque sí, suelen haber teatro de calle, circo, shows espontáneos, pasacalles, conciertos…pero partiendo del lema actual «Apoyo a la creación», esta vez me sorprendió encontrar mucha pero que mucha danza. Así pues, de entre todos los itinerarios existentes -según modalidad, por edades o por zonas-, me guié por los espectáculos de baile, la mayoría de los cuales han maravillado al público y a la crítica.
Las previsiones de lluvia se cumplieron y el sábado por la mañana las gotas cayeron con fuerza. Aun así, no hubo cancelaciones y fueron muchos los valientes que salieron con paraguas y chubasqueros a llenar las plazas. Yo me limité a observar algunos de los artistas de la zona Off, es decir, espectáculos ubicados en la calle pero fuera de la programación oficial. Por la tarde, ya con el cielo despejado, es cuando comenzó mi maratón encarado a ver y promocionar el baile.
Debo decir que para hacer lo que hacen los chicos de la cía Moveo Barcelona hay que tener una buena preparación física, pues bailar subiéndose uno encima del otro, pisotearse los cuerpos -en los cuales se dejaban ver moratones y tiritas- y saltar haciendo acrobacias casi imposibles tiene mucho mérito. Su obra Conseqüències se puede entender, precisamente, como un ejemplo de la ley causa-efecto o acción-consecuencia. Un personaje oye un sonido que proviene del suelo pero parece que nadie le entiende. De pronto estira el brazo a una persona y pasan a ser dos «locos», hasta que al final acaban siendo cinco. Cada movimiento deriva en otro gesto y el público está en medio, siendo partícipe sin querer de una sorpresa tras otra, de una batalla de baile con humor, frescura, energía y un final inesperadamente feliz.
Si alguien fue capaz de demostrar que baila como pez en el agua ese es Chey Jurado. Ya no llovía en Tàrrega, pero por los altavoces de la Pl. de les Nacions sonaba una melodía formada por gotas de agua. Segundos después, este joven extremeño empezó a deslizarse por la plaza como si cada gota le ayudase a latir y le permitiera nadar, saltar, girar y sonreír. Agua es como se llama este ‘solo’ de danza contemporánea de 9 minutos de duración con el que el bailarín cautivó a los asistentes llegando incluso a emocionar a los más sentimentales.
Conforme iba anocheciendo llegó el turno de las danzas urbanas. La compañía francesa Dyptik ofreció D-Construction, un espectáculo de 35′ donde una estructura metálica de grandes dimensiones representa el poder al cual se enfrentan los seis bailarines. Dicha valla es el limbo hacia el no-mundo, ese espacio donde no existen fronteras. A cada lado, el público mira sin pronunciar palabra a la par que los artistas van desplazándose y danzando a paso firme con el fin de exigir a través del movimiento una liberación de la mente ante tanta opresión. Energía a raudales. Por lo visto, la misma premisa es compartida con el equipo de DNA cía. Ellos, con su Proyecto Opreso, pretenden reflexionar acerca de los prejuicios sociales que el poder establece y que la gente acepta y pone en práctica. Para combatir esos ideales, qué mejor manera de expresarse que con el hip-hop. En su discurso lanzan preguntas al público de esas que no hacen falta contestar pero si pararse a pensar la respuesta. Muy inspirador, la verdad.
¿Y quienes son los jefes en el mundo del hip-hop en Catalunya? Una pista: Les he visto actuar varias veces e incluso os he hablado de ellos en este web/blog… Brodas Bros, si señor. Este grupo ha acudido a la feria junto a los veteranos Kukai Dantza para ejecutar Topa, una coreografía múltiple y vitalista en la que juegan con objetos arriesgados y mezclan la danza urbana con pasos típicos de la danza tradicional vasca. Son tan naturales y alegres que siempre resulta un placer verles bailar.
Y no podía irme de Fira Tàrrega 2017 sin ver dos acciones artísticas de las que ya había leído buenas opiniones e incluso había oído hablar semanas antes del certamen: Hathi y Diez de cada diez. Justamente las únicas piezas de mi recorrido que no pertenecen al ámbito de la danza. Nada tienen que ver entre ellas pero ambas son reivindicativas y tienen en común el tono rojo pasión como un elemento clave que en el fondo está cargado de significado. El primero es un espectáculo itinerante protagonizado por un inmenso elefante asiático de color rojo llamado Hathi. El centro de Titelles de Lleida (compañía que produce espectáculos con títeres) ha construido esta figura y a menudo la sacan a pasear por la ciudad con el fin de fomentar los valores del respeto y la estima por los animales y la naturaleza. Es una pieza festiva que atrapa a toda la familia. Yo me paré un momento a admirar al elefante, pero mucha gente seguía sus pasos por el lado del río al compás de la música hindú.
El segundo -para mi gusto uno de los más serios e impactantes- es una performance ideada por la artista plástica Valeria Píriz, quien desde Uruguay traslada el problema de la violencia de género hacia nuestro continente para plasmar la realidad que vivimos en nuestro país. En Diez de cada diez, 16 mujeres aparecen de la nada vestidas de rojo, cada una con su estilo. Unas bailan en silencio, otras pasean arriba y abajo y unas cuantas gritan a la vez. No hablan en voz alta sino que gritan. Mensajes como «7 de cada 10 mujeres en el mundo sufren violencia de género» o «31 mujeres fueron asesinadas en España el último año» llegan al espectador como un disparo al corazón. Todas manifiestan su impotencia y su dolor personal pero poco a poco las voces van siendo acalladas. Ningún cuerpo ajeno interviene, tan solo unas cubren a las otras con celo hasta quedarse en silencio. Plástico y silencio que se quedan en medio de la plaza pero que rápidamente se esfuman igual que en la vida se volatilizan los recuerdos. Todo llega y todo pasa aunque siempre haya pensamientos que permanecen.
Lo que cada vez me gusta menos de Fira Tàrrega es, por una parte, que incrementen el número de espacios habilitados para representar obras; porque eso implica una mayor distancia para ir de un sitio a otro. Y por otra parte, aunque la multitud se disperse debido a la reforma anterior, no tolero demasiado ir paseando mientras me persigue el olor a «porros» y «porras» o lo que en habla culta se conoce como cigarrillos enrollados con cannabis y churrerías. En resumen, este año mi estancia fue más corta que el año pasado porque no la visita surgió por cambios de última hora, pero lo cierto es que pese a que no vi ninguna obra de pago y llegué tarde para #urGENTestimar (la acción inaugural de 40 horas a cargo de Ada Vilaró y Josep Perelló) me quedé satisfecha con mi criterio a la hora de escoger las obras de la programación teniendo en cuenta mi tiempo y me fui contenta. Ahora toca esperar a la próxima edición, que ya han anunciado que estará centrada en la dimensión y el carácter del espacio público.
Texto y fotos: Gemma Ribera
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