MÚSICA – ESPAÑA – CRÓNICA
Juanito Makandé va de festival en festival. Comenzó tocando en los bares sureños pero poco a poco ha ido recorriendo mundo y ampliando el aforo de las salas en las que ofrece conciertos. Anoche 25 de mayo, su gira El habitante de la tarde roja paró dentro del Guitar BCN de este año, actuando con la banda en el Sant Jordi Club. Puede que, realmente, ni su perfil, ni su rollo ni su música sean los más adecuados para un recinto cerrado y grande como éste; pero Makandé sabe cómo contagiar el arte que lleva en las venas a todos los ‘compadres’ que se acercan a escucharle cantar. Por mucho que pasen los años.
Este compositor nacido en la provincia de Cádiz siempre ha estado ligado a la música. Primero colaboraba con otros grupos como Trece o Banda Formal, y con el tiempo se decantó por emprender una carrera individual. Desde 2006 ha sacado 4 discos, el último en 2015. Nada de mánagers ni discográficas famosas, a él le han valido el crowfunding y el apoyo incansable de quienes son fieles a su flamenco-underground. Últimamente destaca por haber sido el productor de El Canijo de Jerez y por haber formado juntos el dúo Estricnina, una aventura musical con la que publicaron un disco en 2016 que les permitió girar por España y pasarlo en grande. Desde entonces ha ido sacando canciones inéditas en las plataformas digitales, pero a día de hoy seguimos esperando un nuevo trabajo.
Las entradas para el Sant Jordi Club no estaban agotadas, pero aun así el calor humano se notaba y crecía conforme avanzaba la noche. Con el público de pie, el ambiente se hizo totalmente festivo, incluso demasiado. Junto a su banda de músicos, el artista interpretó todos y cada uno de sus éxitos a ritmo de rumba, jazz, funk y muchas palmas. Arrancó con temas como Tocar las nubes, Pistolas y cuchillos, Échale papas, Cuchillos por el aire… y, a decir verdad, desde el principio su voz quedaba un pelín atrapada entre la instrumentación, aunque algunos ni se dieran cuenta.
El teclado, el bajo, las guitarras y la percusión creaban un sonido que podemos calificar como ‘enlatado’, ya que en según que momento provocaba que el conjunto no se escuchaba del todo bien. En un espacio al aire libre o con un comportamiento acústico mejorado, hubiera sido mucho más especial, pero no hay que restar importancia al show ni tampoco al romanticismo de voz rasgada que caracteriza a Makandé.
Sus temas más recientes: El llanto de las gallinas, A los inviernos los mata el amor o Entre mi casa y la luna, también se combinaron entre viejas joyas como Ya no soy un crío, Ciego muy ciego, Cuando te empecé a querer o Kamikaze. En la pista, la gente le acompañaba cantanto y bailando con la cerveza en la mano, bebiéndose la vida sin prisa pero sin pausa. No tuvo mucho que decir. Tan solo saludó, brindó por los asistentes a modo de agradecimiento, explicó brevemente el origen de algunas de las canciones -es decir, cómo o por qué las compuso- y fue presentando a cada uno de los miembros de la banda con fervor. «Quién me conoce sabe que me gusta ir propagando mi filosofía de vida. Creo que hay que follar más y quejarse menos. No deberíamos preocuparnos tanto por las cosas», comentaba seguro de si mismo.
Makandé estaba sentado en medio del escenario ocupando el centro del corralito flamenco. Sin embargo, dado que su estilo musical es mextizo, también quiso levantarse para tocar con la guitarra, estar a solas sin la banda en algún que otro tema, y también ceder protagonismo a los músicos, pues hubo numerosos solos de trompeta o de guitarra española. Arañando el aire, La llave o Calores fueron tres de las canciones más coreadas y aclamadas. Su mayor hit -y perdonen que lo diga, pero la canción más bonita- se hizo de rogar hasta el último bis, ya con el público pidiéndolo al unísono mientras las luces estaban apagadas. Hablamos de Niña voladora, la cual en esta ocasión dedicó a todas las mujeres.
Parecía que las casi dos horas de concierto se iban a cerrar con su versión de Eres para mí (originalmente de Julieta Venegas) y en cambio no. Acabó con un cante flamenco en toda regla que dejó boquiabierto a más de uno. La verdad de sus letras y la esencia que deja en el ambiente a su paso cuando su música suena son una clara prueba de que talento no le falta. Le conocerán más o le conocerán menos, pero una vez sabes de la existencia de Juanito Makandé, ya no te olvidas.
Texto y fotos: Gemma Ribera
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