TEATRO – BARCELONA – CRÍTICA
Hay muchas películas y obras de teatro que se centran en la figura de un aspirante que lucha por alcanzar su sueño de convertirse en artista. La mayoría de veces son cantantes, los cuales a veces llegan y otras fracasan. El oficio escénico lo ocupan muchas personas… ¿Qué pasa con el resto? ¿No son tan importantes? El musical A Chorus Line destaca a los bailarines y habla del esfuerzo diario que supone prepararse para formar parte de un coro en pleno Broadway.
Hubo mucha gente que no quiso perderse el estreno en el Teatro Tivoli de Barcelona el pasado viernes 21 de febrero. Carlos Latre, Manel Fuentes, Mercè Comas, Lloll Bertran o Jordi Rios fueron algunos de los invitados. Incluso el mismísimo Antonio Banderas, codirector del espectáculo, acudió para verlo por primera vez desde las butacas y presentarlo junto a Baayork Lee, encargada de la reposición de la dirección y de las coreografías originales. “Ella es el alma de la compañía porque nos ha dado muchas lecciones”, señalaba el actor malagueño, que insistia en que siempre había querido llevar el musical a Barcelona.
En A Chorus Line (La línea del coro) el título es bastante literal. Años 70. Una nueva producción musical se está cociendo en Nueva York. El director, Zach (Pablo Puyol) y su asistente, Larry (Alberto Escobar), ponen a prueba a los candidatos en la audición más importante. Se buscan cuatro chicos y cuatro chicas para completar el coro y son diecisiete los que han pasado a la ronda final. A parte de bailar e interpretar, para pasar la eliminatoria es necesario que cada aspirante cuente su historia personal. Para ello, es hora de colocarse en fila y abrir el corazón mientras los pies marcan el ritmo que el órgano vital quiere seguir.
Las frustraciones aparecen cuando los sueños por cumplir se vuelven imposibles. No importa si estamos en los años setenta o cuarenta años después. La discriminación sexual y racial, proceder de una familia hostil, tener problemas de aceptación personal o sufrir la precariedad laboral son cosas a las que nos seguimos enfrentando hoy en día. Una línea marcada en el suelo, unos paneles giratorios para ofrecer un juego de espejos y unos cuantos LED son suficientes para dibujar una puesta en escena un tanto desnuda pero claramente efectiva. En realidad, el puente entre el pasado y el presente o entre pasar de fase o quedarse a las puertas lo pone la música. Eso sí, las canciones suenan más fuertes y relevantes cuando pasan de la individualidad al canto coral.
La conexión emocional entre los personajes y los espectadores la establece la orquesta dirigida por Arturo Díez Boscovich. Son veintidós los músicos que tocan en riguroso directo haciendo una relectura de la partitura de Marvin Hamlisch. Al final, más que el argumento principal y las historias de cada uno, la protagonista absoluta de esta radiografía del mundo del espectáculo es dicha banda sonora.
Pablo Puyol no es que haga un papel sobresaliente. Actúa bien y baila mejor, sí, pero seguramente Banderas en Málaga tuvo más temperamento en la piel de Zach. Los actores que interpretan a Al, Sheila, Bebe, Bobby, Connie, Cassie, Diana. Don, Greg. Judy, Kristine, Maggie, Mark, Mike, Richie, Paul y Val pueden gustar más o menos, y claro que bajo nuestra visión alguno destaca por encima de los demás, pero no es necesario nombrar a ninguno ya que todos cumplen con su función y los favoritismos dependen de lo mucho que uno se identifique con lo que cuentan y transmiten.
- ¿Por qué verlo?
Cuando en Broadway se hacían espectáculos que reflexionaban sobre ellos mismos lo hacían siguiendo un modelo basado en la “42nd Street” de Nueva York. Un modelo que se ha repetido en el cine y los musicales a lo largo de los años (Cantando bajo la lluvia, Ha nacido una estrella, etc). A Chorus Line puso el foco en aquellos que están detrás pero que sostienen cualquier obra, con unas vidas limitadas y el mismo deseo de triunfar. He aquí lo importante: que lo que se dice o se hace durante las más de dos horas de musical es posible que se extrapole a cualquier profesión. Empatía, talento artístico y emotividad.
Valoración: ✮✮✮✮
Texto y fotos: Gemma Ribera
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