MÚSICA – BARCELONA – CRÓNICA
Vetusta Morla ha conseguido, por fin, llevar al directo Cable a tierra. El álbum -publicado en octubre de 2021- contempla tanto el sonido tradicional como el contemporáneo, con un acercamiento al folclore cien por cien natural. Con el fin de mostrarse más ligados a la tierra y menos apegados a la electrónica, la banda ha crecido en esta gira que arrancó en el Palau Sant Jordi de Barcelona el pasado 21 de mayo. Allí comprobamos que han pasado de ser seis músicos a doce, incluyendo al grupo palentino El Naán y las gallegas Aliboria.
En este caso, el show que ha planificado la gran banda española ‘indie’ del siglo XXI va mucho más allá de lo visual. Sigue la estética de la portada del disco, aplica tecnología puntera para llamar la atención, y cuenta con un discurso potente para reivindicar la pertenencia a la tierra y el cuidado de nuestro entorno. La puesta en escena es sorprendente.
En el segundo Palau Sant Jordi de su historia, igual que en 2018, tampoco colgaron el cartel de sold out. Sin embargo, 10.000 personas rugían ante el apagón de luces esperando una revolución. Fue entonces cuando sonó la introducción que daba paso a Puñalada trapera. El grupo de Tres Cantos apareció rodeado de pantallas gigantes entre las que se camuflaban perfectamente con una luz que se lo jugaba todo al rojo. De repente, las pantallas se elevaron y los seis miembros de Vetusta Morla salieron entregados al centro del escenario para cantar La Virgen de la humanidad. ¡Ruido!
Pucho (voz), David García (batería), Jorge González (percusión), Juan Manuel Latorre (guitarra y teclado), Guillermo Galván (guitarra) y Álvaro B. Baglietto (bajo) forman Vetusta Morla. Agradecidos por la suerte que tienen “en estos tiempos muy oscuros y muy inestables” de poder estar tocando en grandes recintos frente a un público sin mascarillas, presentaron su sexto álbum de estudio a la vez que ofrecían clásicos para el disfrute de los seguidores más fáciles.
“No sabéis el privilegio que tenemos de estar todos juntos y compartir el ritual del directo con amistad, amor y música”, saludaban en un catalán perfecto. A partir de ese momento, fueron alternando temas de ahora y de antes, como No seré yo, El hombre del saco, Golpe maestro, Corazón de lava o Maldita dulzura. Y a cada canción que llegaba, más fuertes sonaban los coros del público.

Poco común es ver en un escenario una banda de rock con ascendente electrónico junto a un conjunto de instrumentos musicales populares y peculiares (panderetas, latas, llaves, etc). Esa es la gracia. Fundar la “Orquesta Cable a Tierra” y reunir sonidos trascendentales para narrar una historia a través de distintas culturas. Como si de un ejercicio de búsqueda de identidad y de raíces se tratase. De hecho, Naán y Aliboria se incorporaron en temas como Finisterre, Valiente o Saharabbey Road, éste último con su “lololo-ló” coreado incluso al final de la noche.
También interpretaron El imperio del sol, Copenhague, Boca en la tierra, La vieja escuela, 23 de junio, Sálvese quien pueda y Al final de la escapada a lo largo de este viaje experimental. Para el broche de oro se guardaron tres de sus joyas: Si te quiebras, Cuarteles de invierno y Los días raros. Hubo algún que otro fallo de sonido que hizo que se les escuchara a medias, pero se quedó en un concierto de los que se recuerdan mucho tiempo.
Texto: Gemma Ribera
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