CINE – ESPAÑA – CRITICA
Tres años después de la exitosa y particular Stockholm, Rodrigo Sorogoyen da un paso más y se distancia del cine independiente, en parte gracias al apoyo de medios como el grupo televisivo Atresmedia y a una mayor financiación. En Que Dios nos perdone, su tercer largometraje, el director ha decidido caminar junto a la coguionista Isabel Peña y cometer un arriesgado cambio de registro basado en dejar atrás la comedia romántica para ofrecer un thriller policíaco español con mucha acción. Esta nueva apuesta cinematográfica fue presentada mundialmente en el 64º Festival de San Sebastián y, el pasado fin de semana, se estrenó en el 49º Festival de Sitges.
Conociendo el afán del director por retratar psicologías complicadas y describir personajes de actitud inquietante, sorprende la técnica usada en esta ocasión para mantener el propósito de impresionar al espectador. Se trata de reunir y entremezclar todo tipo de antagonismos en una peligrosa atmósfera. Situada en el verano de 2011 tan característico que se vivió en Madrid, en ella se contraponen las manifestaciones en la Puerta del Sol para promulgar el movimiento 15-M con la visita del Papa a la capital que organizaron las autoridades. La crisis económica y la religión forman parte del contexto, sin embargo, quedan por debajo de la trama principal, protagonizada por Antonio de la Torre y Roberto Álamo como Velarde y Alfaro respectivamente.
Son dos agentes de policía que tienen un perfil completamente opuesto y que trabajan juntos en la misión de atrapar un presunto psicópata que se dedica a asesinar ancianas siguiendo siempre un mismo patrón. Partiendo de esa premisa, la película nos plantea un debate sobre las relaciones que cada uno mantiene con el pecado y nos permite empatizar fácilmente con los protagonistas, cosa que no sería posible si no existiera un tándem interpretativo tan excelente como éste.
En pleno verano, con un calor sofocante y el caos repartido en medio de la ciudad, la tensión aumenta con la búsqueda del asesino. El director manifiesta en este film que el personaje malvado, a veces, ni si quiera merece la justicia que se le reporta, y que el bueno no siempre es un héroe.
Con un inicio agitado cámara en mano, conforme avanza la cinta el movimiento se suaviza y la fotografía resulta menos agresiva y más personalizada. Esto es así porque, pese a considerarse cine lúdico, la historia indaga en el lado oscuro del hombre para destapar las heridas del pasado y descubrir el porqué del catastrófico presente. El montaje de Fernando Franco y Alberto del Campo brinda un aspecto documental al film gracias a la integración de los paisajes urbanos y la misteriosa banda sonora de Olivier Arson, de modo que el trepidante ritmo en pocas escenas se rompe.
Eso sí, cuando llega el final y todo parece estar resuelto -al menos en la mente del espectador obligado a sacar sus propias conclusiones- un cartel de “tres años después” inunda la pantalla. Quizá deberían haber resumido mejor los hechos para cerrar la trama con un punto y final, ya que los veinte minutos extra combatiendo a modo de conclusión son excesivamente largos.
- ¿Por qué verla?
Teniendo en cuenta que los personajes secundarios hacen bien su papel pero no tienen mucha relevancia, Que dios nos perdone es una película que deslumbra por el carácter solitario de Velarde –con una tartamudez tremendamente estudiada- y el carácter violento de Alfaro. Una película donde la culpa y la inocencia van de la mano, llena de referencias al catolicismo –empezando por el título del film- que ayudan a definir la psicología de los protagonistas, además de generar una mayor intriga durante el desarrollo de la trama. La originalidad del guion es asombrosa. El día 28 de octubre llega a los cines.
Valoración: ✮✮✮✮
Texto: Gemma Ribera
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Aquí el trailer