TEATRO – ESPAÑA – CRÍTICA
Cabaret, uno de los musicales más famosos de todos los tiempos, ha estado ocho meses llenando el Teatro Rialto de Madrid de sombreros, bastones, plumas, música, baile, lujuria, exuberancia y placer durante una temporada que duró hasta junio. A partir de entonces todo el equipo comenzó una gira por todo el país. Por fin hemos podido disfrutarlo justo este fin de semana en el Teatre Auditori Sant Cugat, coincidiendo además con el 50 aniversario del estreno del original en Broadway, que fue el 20 de noviembre de 1966.
Hasta la fecha, Cabaret ha sido representado en más de 50 países y traducido a más de 30 idiomas. Después de participar en la anterior versión española de dicho musical en el 2003 adaptando el libreto y pasando junto a Gonzalo deMaria las letras de las canciones al castellano, Jaime Azpilicueta -responsable de otros musicales importantes como Jesucristo Superstar, My Fair Lady o Evita– se ha puesto al frente como director de esta nueva adaptación y dramaturgia en español.
El primer montaje se presentó en el Nuevo Teatro Alcalá de Madrid y estuvo dirigido por McNicholl y protagonizado por Natalia Millán. En esta ocasión, el relevo del personaje de Sally Bowles -la protagonista femenina- ha pasado a manos de Cristina Castaño, la actriz pelirroja que pronto ya no veremos en la comedia de situación televisiva La Que Se Avecina pero que nos va a sorprender apareciendo en nuevas series y otros proyectos, igual que aquí nos ha demostrado que tiene talento suficiente para no solo actuar sino también dar lo mejor de si misma a la hora de cantar y bailar.
Es cierto que existen varios elencos y que muchos papeles son compartidos por distintos actores y actrices según la función, pero si nos centramos en nuestra experiencia en el Teatre Auditori de Sant Cugat, hay un dato a conocer: en las siete funciones habilitadas del 17 al 20 de septiembre en la localidad vallesana, el reparto es especial y diferente del actual en gira por Catalunya.
A grandes rasgos, si de algo no hay duda es que la diversión lo es todo en el musical. Nada más tomar asiento, el maestro de ceremonias Emcee nos invita a dejar los problemas atrás antes de entrar al Kit Kat Club de Berlín revelando «Aquí dentro la vida es divina […] ¡hasta la orquesta es divina!». Un ingenioso Armando Pita nos da la bienvenida con estas palabras, alguien que desde el minuto uno consigue cautivar al público con su voz, su labia y su tremenda alegría.
Ambientado en Berlín de 1931, el argumento explica la relación que la cantante inglesa Sally Bowles mantiene a nivel laboral con el Kit Kat Club -dónde es la estrella principal- y a su vez la relación personal que entabla con Cliff Bradshaw, un escritor estadounidense que curiosamente llega a la ciudad en busca de inspiración para crear una novela, al que da vida un sofisticado Alejandro Tous. Por otro lado, está Amparo Salazar en la piel de Fräulein Schneider, una clásica mujer alemana que hospeda a los protagonistas en la pensión que administra y que está dispuesta a olvidar la soltería al codearse con el viudo judío Herr Schultz, interpretado por Enrique R. Del Portal. Estas dos tramas son prácticamente la noche y el día. A través de ellas nos enseñan la vida de farándula y de fama, y la contrastan con la vida más humanitaria y racional. Sin embargo, de un modo u otro las dos cuestiones acaban entrelazadas para lograr ser un claro reflejo de las distintas clases sociales de la Alemania de esa época, justo cuando el nazismo se asomaba por la ventana.
Normalmente los musicales de gran formato, al sumar todos los elementos, construyen una linea ascendente hasta alcanzar el clímax y finalizan de manera culminante. En este caso,por el contrario, esta linea imaginaria no va subiendo hasta la cumbre sino que tiene forma de montaña rusa debido a las considerables bajadas de ritmo que por momentos hacen perder el interés a los asistentes. Todos los números de baile son atracciones realmente potentes, pero es extraño que los actores que hacen papeles secundarios canten mejor que los principales. El número que cierra el primer acto, por ejemplo, es un emocionante canto coral donde las voces menos famosas se ven mucho más fuertes -que no forzadas- que las de la pareja protagonista.
Desde nuestra perspectiva, solo hace falta ver y escuchar el solo de Castaño cantando el tema “Cabaret” para descubrir su talento oculto. No obstante, le falta técnica vocal porque se nota que abre la garganta y no canta con el diafragma, y realmente no hace falta gritar para direccionar la voz. Tous actúa muy bien como galán, pero la desafinación es señal de que no canta ni mucho menos como los ángeles. Además, haciendo referencia a la narrativa, cuando las tramas siguen su curso y la historia toma el sentido correcto, introducen algunos gags humorísticos a modo de interludio que a veces hacen reír pero que al mismo tiempo, según el momento, resultan un poco absurdos y fuera de lugar. Quizá si estuvieran precedidos por una aclaración o mejor contextualizados, tendrían una mejor respuesta por parte del público.
Ricardo Sánchez Cuerda ha diseñado una escenografía muy llamativa, colorida y rica. Desde el armazón con letras luminosas que aparece antes de levantar el telón, hasta todas las plataformas móviles, escaleras y muebles que decoran el local nocturno y cada uno de los espacios; toda la escenografía es ideal. El sonido, las luces y el vestuario tampoco se quedan atrás. En total cuentan con 30 actores, 9 músicos en directo, 30 técnicos y 6 tráilers, así que a fin de cuentas las cifras hablan por si solas de lo gigante que es Cabaret, tanto el espacio visible a ojo público como su foro.
- ¿Por qué verlo?
Aunque haya algunas escenas desconcertantes como las que incluyen asuntos políticos y el final abierto quizá no sea el más acertado -se echa de menos un número grupal similar al de apertura que anime al público a bailar y salir con la cabeza bien alta-, la adaptación al castellano y la interpretación por parte de los actores de éxitos musicales de la obra como Money, Money, Money o el popular Willkomen generan un ambiente festivo y agradable. Siempre habrá cosas mejores y cosas peores, pero este Cabaret mantiene la calidad y el nivel del anterior, por lo que recomendamos viajar a Berlín a todo aquél que quiera vivir una aventura de lo más entretenida con esta divina versión actualizada tan extravagante y desvergonzada. Quedan muchas ciudades por recorrer, ¡atentos a las fechas de la gira!
Valoración: ✮✮✮✮
Texto: Gemma Ribera
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