CINE – INTERNACIONAL – CRÍTICA
El guionista argentino Pablo Solarz ya encandiló al público latino y español con el texto de Me casé con un boludo (2016). Ahora, además de escribir el guion, dirige El último traje, su segundo film tras Juntos para siempre (2011). La película, coproducción hispano-argentina, es un drama dotado de sensibilidad y valentía que narra un reencuentro entre amigos siete décadas después de su forzada despedida. El 6 de octubre se estrenará en la cartelera de nuestro país.
Abraham Bursztein es un sastre judío de 88 años que reside en Buenos Aires, ciudad a la que huyó del holocausto en plena Segunda Guerra Mundial. De niño sobrevivió al final de la ocupación nazi en Polonia gracias a que un viejo amigo le salvó la vida, y desde ese entonces prometió que aunque tuvieran que separarse, tarde o temprano volverían a verse. A causa de su débil estado de salud y de la incómoda situación familiar actual, el protagonista decide viajar al pasado y embarcarse en una aventura para intentar entregar a su héroe particular el último traje de su colección a modo de agradecimiento.
La historia está basada en la realidad del propio abuelo de Solarz, un judío polaco que se vio obligado a exiliarse en Argentina durante el nazismo. En la ficción, Miguel Ángel Solá es quien se mete en la piel del protagonista. Es todo ternura, delicadeza y honestidad. Cada primer plano de su rostro es una expresión en si misma y cada uno de sus pasos es un reflejo de lo duro que resulta el camino. Puede que sea uno de los mejores papeles que ha interpretado últimamente porque con su forma de actuar aporta lo necesario para que el espectador confíe en las ideas que rondan por la cabeza de su personaje: un señor que no se deja vencer por nada ni nadie; muy gruñón cuando se enfada pero independiente y simpático el resto del día.
Del resto del reparto, Ángela Molina, Martín Piroyansky, Julia Beerhold y Natalia Verbeke son los que más sobresalen. La película se rodó en localizaciones de Buenos Aires, Madrid, Las Palmas de Gran Canaria, Varsovia y Lodz (Polonia). Así que en ella se combina la participación de varios actores internacionales con una gran diversidad de espacios geográficos en los que sucede la acción.
El cuerpo y la mente del sastre están en tránsito constante y aunque Leo (Piroyansky) e Ingrid (Beerhold) se cruzan con él por casualidad en aviones, estaciones y trenes, terminan ayudándolo en su largo viaje. Lo mismo ocurre con María (Molina), una recepcionista de un hostal madrileño que parece no ser muy abierta pero que al poco de conocer a Bursztein se preocupa -incluso demasiado- por él. Claudia (Verbeke), es una de las hijas del protagonista, pero sus comentarios son muy escuetos y su presencia en el film muy corta. Es una colaboración especial, de acuerdo, pero siendo la gran actriz que es, podría salir en más escenas…
- ¿Por qué verla?
El último traje explica una historia real de forma muy humana. A algunos puede que les resulte lenta pero el guion está articulado de tal modo que te permite predecir el final sin una total convicción. Es decir, es una película que conserva la intriga y el drama hasta superar el clímax pero no se hace pesada. La fotografía tiene filtros antiguos que dan el color exacto a esta oscura pero a la vez esperanzadora historia, y si sumamos la música de Federico Jusid, con estos elementos se describen perfectamente las transiciones y los sentimientos del personaje principal. Es relato es, tanto a nivel visual como de escritura, un reflejo de la verdadera amistad y de la importancia de no tener miedo a ser mirados.
Valoración: ✮✮✮
Texto: Gemma Ribera
© COMOexplicARTE
Aquí el trailer: