CINE – ESPAÑA – CRÍTICA
¿Es muy arriesgado decir que Antonio Banderas desarrolla en Dolor y gloria el mejor papel de su carrera? ¿Y si admitimos que Pedro Almodóvar ha abierto su corazón para mostrarnos una película que rompe con lo que había hecho en los últimos años? En esta joya cinematográfica, el director desmiente que triunfar pueda ser un sueño que se cumple de la noche a la mañana. Nos convence de que, pese a ser cierto que cada vez estamos más obligados a sonreír incluso sin tener ganas, pesa más lo que hay detrás de ese escaparate llamado éxito.
El prestigioso cineasta Salvador Mallo es el protagonista. Y está hundido tanto a nivel personal como profesional. Las primeras imágenes lo muestran sumergido en una piscina y con cara de deprimido. Se representa tanto a nivel literal como metafórico para que el espectador se sitúe desde el principio. Poco después, comienza un ejercicio de retrospección: el reencuentro de Mallo con el actor principal de su cinta más conocida. A partir de ahí se van materializando sus recuerdos y su pasado cobra vida.
Si incluimos Los abrazos rotos (2009), es la cuarta vez que el director manchego cuenta con un cineasta como protagonista. En este caso vemos a Antonio Banderas explorar un registro completamente nuevo y diferente, y superar el reto con creces, claro. Apenas le hace falta hablar para comprender qué dice y qué busca. Parece que haya dejado de disparar la cámara, pero no. Para nada. Mallo dispara, o mejor dicho filma, cada vez que nos narra una historia con los ojos cerrados.
Es un retrato de alguien que lo tiene todo pero se enfrenta a la soledad. Alguien que por fin se ha atrevido a sacar a la luz a sus demonios para que estos queden ciegos. Alguien que no deja de ser un alter ego del propio Almodóvar.
La película es un drama sencillo. Sin tensión. Un drama que funciona a base de ir desvaneciendo y reconstruyendo el tiempo y, sobre todo, de pellizcar el alma a través de ese dolor difuso y ese aire nostálgico que se respira y que se podría cortar perfectamente con un cuchillo. En ella, un corto de animación convive con el género teatral a la par que el dolor físico convive con el emocional. En el fondo, Dolor y gloria nos enseña cómo la creación artística tiene una gran capacidad sanadora y como el prestigioso director le ha plantado cara al sufrimiento.
Magistral Asier Etxeandía en la piel del actor olvidado que procura ser la mano derecha de Mallo. Bondadoso también Leonardo Sbaraglia haciendo de ese amor temido y casi prohibido que tanto marcó. Eso sí, todavía más interesantes son los cameos de Julieta Serrano interpretando a la madre del cineasta y la colaboración de Penélope Cruz como la madre en la época infantil del protagonista. El reparto es de 10.
- ¿Por qué verla?
Evidentemente que sorprende ver tantos planos del consumo constante de heroína, pero es que forma parte de la historia y, justamente, es un elemento muy importante. En el nuevo largometraje de Almodóvar no se ven mujeres repitiendo el patrón de siempre ni tampoco imágenes rocambolescas que son difíciles de comprender. Aquí no hay trampa ni cartón. Hay metacine que no es más que una verdad.
Valoración: ✮✮✮✮✮
Texto: Gemma Ribera
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Aquí el trailer: