MÚSICA – INTERNACIONAL – CRÓNICA
Las malas lenguas dicen que Shawn Mendes es el nuevo Justin Bieber. Será porque es canadiense, está fuerte, tiene canciones pegadizas y se está convirtiendo en un ídolo para las adolescentes. Que sí, que anoche ofreció su único concierto en nuestro país dentro de la gira de presentación de su último disco -que se llama como él: ‘Shawn Mendes’, y el Palau Sant Jordi de Barcelona fue durante horas un caos absoluto de colas eternas donde solo se respiraba histeria; pero de aquí a Bieber hay un gran paso.
Ante casi 15.000 personas salía puntual Mendes. En 2017 actuó a las 19:30h, ésta vez a las 21h. La fiebre teenager continua, pero él ya es adulto y puede permitirse un show más maduro. Apareció vestido con una camiseta sin mangas para mostrar biceps y con pantalones ajustados. Entre el griterío y el alto volumen de la instrumentación casi nos quedamos sin tímpanos en los primeros compases. Incluso el artista se tapó la oreja para ajustar su voz al resto de elementos mientras iba cantando Lost in Japan. Suponemos que desde el otro lado del pinganillo recibieron la señal, porque por suerte poco a poco la calidad del sonido fue mejorando.
Una enorme rosa iluminada al ritmo de la música marcaba la existencia de una plataforma redonda central, situada a pocos metros del escenario principal. El público también participaba en la iluminación con una pulsera repartida antes de entrar que desde el inicio lanzaba destellos de distintos colores según la canción y el momento. No solo los escenarios tenían forma redonda sino que a banda de las dos pantallas laterales, el escenario lo cubría una pantalla inclinada con la misma forma -que a decir verdad sería mejor si estuviera recta-.
Tardó poco tiempo en interpretar sus éxitos más sonados en radios. Con There’s Nothing Holding Me Back hizo saltar al Palau y más tarde, con Stitches, lo convirtió en un karaoke. Ahora tiene 20 años, pero es que este joven de amplia sonrisa y pelo rizado saltó a la fama con tan solo 16 años. ¡Le queda un largo camino por recorrer, y a este paso va pisando fuerte!
En sus álbumes combina géneros funk, pop y rock. Estamos acostumbrados a verle con la guitarra colgando y cantando con fuerza para llegar a los agudos y soltar frases con un tono sexy que vuelve locas a las fans -véase I Know What You Did Last Summer o Bad Reputation-. Aun así, en directo desprende una magia especial y quiso demostrar a los españoles que también sabe tocar el piano, instrumento con el que conquistar corazones acompañando sus románticas baladas. Una prueba de ello fue Never Be Alone, interpretada con un piano de pared, o Life of the Party, con un piano de cola fijado en la plataforma pequeña.
Mendes prefirió ir canción a canción, sin prisa pero sin pausa, antes que ponerse a hablar demasiado. En nuestro idioma tan solo se atrevió a pronunciar“Gracias Barcelona” y “Te amo”, aunque en inglés sí que quiso dar algún que otro escueto discurso. “Muchas veces me pregunto qué es lo que hay que tener para hacer un buen show, y al final siempre llego a la misma conclusión de que lo mejor es tener unos fans como vosotros”, comentaba.
Cuando se motiva para alcanzar los agudos, desafinaba un poquitín, pero se le perdona al compensarlo con la decisión de cantar en acústico, a solas con su guitarra, Like to Be You, Ruin y Youth, con unos rasgados sorprendentes de guitarra y un mensaje muy claro: “Cuando hablo de ‘Youth’ hablo de un sentimiento de felicidad. No importa qué esté pasando ahí fuera, cada uno de vosotros es capaz de cambiar el mundo si se lo propone”,
Los ritmos más funky de Particular Taste recordaban a Blurred Lines de Robin Thicke, pero luego seguía con Fallin’ All in You o Why y volvía él en toda su esencia. Para el final se guardó lo mejor, como suele pasar. Ni bis ni nada, todo seguidito. Una traca explosiva de emociones recorrió los poros de la piel de cada asistente. De una punta a otra del recinto. Y es que cerró el concierto con la conocida Mercy, una cover de Fix You de Coldplay -¿De aquí surge la idea de las pulseras?- y In my Blood, el hit perfecto para despedirse, no sin antes bajar a saludar a la primera fila. Confeti. Humo blanco y caras de felicidad. Fin.
Texto y fotos: Gemma Ribera
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