CRÓNICA: Rufus Wainwright vuelve a sus inicios en el Gran Teatre del Liceu

MÚSICA – BARCELONA – CRÓNICA

El neoyorkino Rufus Wainwright está de gira con #AllTheseROSESTour conmemorando el 20º aniversario de su primer disco ‘Rufus Wainwright’ (1998). Este martes el artista se plantó en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, dentro del Suite Festival, y decidió centrar su repertorio en los temas de ese álbum y del siguiente: ‘Poses’ (2001). ¿Acaso buscaba rescatar la nostalgia? No. Lo único que quería -y que consiguió- era remover el sistema límbico, es decir, la parte del cerebro que controla las emociones del ser humano.

“Es difícil trazar la línea entre el pasado y el presente, ¿sabéis a qué me refiero?”, señalaba Wainwright. Por eso ya se encargó de que cada canción cobrase un nuevo sentido en esa noche tan mágica. Durante dos horas y media, él y el quinteto de músicos que forma su banda, generaron una complicidad más que notable con el público. Seguramente eso se deba a las constantes bromas y anécdotas con picardía y a la sinceridad que derrocha su música. El melodrama pop es el género que mejor le caracteriza, pero por momentos huyó lejos y propuso interpretaciones mucho más intensas.

Mientras jugueteaba con el piano, la guitarra o su propia voz, se pasó rápido el primer bloque de unos 40 minutos de duración. A destacar algún tema extra que no pertenece a su disco homónimo como Both sides o la emotiva versión que hizo de Now de Joni Mitchell; sin olvidar Sword of Damocles, una nueva canción “dedicada a Trump” con la que sorprendió a todos los presentes.

Tras diez minutos de intermedio, comenzó la segunda parte. El repertorio de Roses si que lo siguió al pie de la letra, conservando todos los temas y el mismo orden del disco. Todos cantaban con ganas Cigarettes and chocolate milk y poco a poco reían al observar la vestimenta con la que Wainwright pretendió ser simpático sin apenas hablar.

Melodías acústicas como California. Canciones más animadas como Shadows, One man guy o The tower of learning. La banda siempre le apoya por detrás para que el color de su voz no oscurezca. Folk, Funk, Country… qué más da. Todo se le da bien porque a todos conmueve. Solo hacia falta ver el breve silencio que brotaba al terminar un tema para convertirse automáticamente en una ovación que se iba repitiendo y ascendiendo a lo largo de la noche.

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Es un showman, si, pero demostró tener mucha solemnidad y cero exhibicionismo. Llegaba la hora del bis. Un clásico que en este caso quiso mantener igual que en el resto de la gira. Regresó al primer álbum para interpretar de una forma mágica Imaginary love. Acto seguido saltó al álbum Release the stars (2007) para cantar Going to a town, y para cerrar, nos deleitó con su romántica versión de Across the universe, de los Beatles.

La manía que tienen algunos de irse cuando aún no han encendido las luces hizo que se perdieran un último regalo: Hallelujah de Leonard Cohen. A solas en medio del escenario. ¿Respuesta? Público en pie y alguna que otra lágrima asomándose al menos por los palcos.

Texto: Gemma Ribera

© COMOexplicARTE

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