MÚSICA – INTERNACIONAL – CRÓNICA
Michael Bublé ha vuelto a pisar un escenario, ¡y de qué manera! El canadiense actuó anoche en el Palau Sant Jordi de Barcelona y no pudo contener la emoción. Dos años después de retirarse del mundo de la música temporalmente por el cáncer que padecía su hijo de tres años, parece que el tratamiento del pequeño ha sido un éxito y Bublé ha recuperado la sonrisa, las ganas de vivir y la fuerza de su voz.
En noviembre de 2018 publicó ‘Love’, un nuevo álbum de estudio. Este disco le ha hecho girar por medio mundo, con no solo una sino dos paradas en España (Barcelona y Madrid). Las canciones de ‘Love’ describen perfectamente todas las emociones que le han acompañado a lo largo del calvario y su consiguiente superación. Se nota que la música es una herramienta vital en su vida. Tal como anunciaba en un comunicado: “al mismo tiempo que entendía cuáles eran mis prioridades, comencé a sentir un nuevo compromiso con la vida para expresar las emociones y lecciones con las que me he encontrado”. Sólo hizo falta verle actuar en directo para comprobarlo.
A veces no es necesario complicarse para ofrecer un concierto especial. Con esta gira, denominada An Evening With, llega a nuestro país un Bublé seductor, romántico y que se esfuerza por hablar español, siendo esta la lengua materna de su mujer, Luisana Lopilato. Un Bublé que es consciente de que, según cómo, menos es más. Que parece tímido, pero cuando coge confianza se convierte en un auténtico showman.
Hablando en inglés y repitiendo continuamente lo mismo en castellano para hacerse entender, aseguró que “No importa el idioma que hable. Lo que importa es el mensaje que transmito y yo transmito amor. Solo espero que eso os enriquezca”. De hecho, insistió bastante en este tema reiterando que “El dinero no lo es todo. Cuando mueres nada de eso importa. Soy rico porque tengo felicidad, familia y el amor que vosotros me dais. Con eso me basta y cuando hablo de riqueza me refiero a esto”.
Él, reconocido por hacer versiones de grandes éxitos, nos deleitó con canciones de su último álbum, pero también con muchos temas conocidos. Abrió el concierto con Feeling Good y al poco prosiguió con My funny Valentine, Only Have Eyes for You, Sway y Such a Night, original del hombre del tupé, Elvis Presley. El precio de las entradas era elevado, pero resulta una decisión lógica cuando ves que más de 30 músicos acompañan al intérprete en el escenario. Una orquesta completa con tres coristas muy animados que hicieron de cada canción una banda sonora.
Dedicó Up The Lazy River a su abuelo, aclarando que era su canción favorita; y Forever Now a sus tres hijos, asegurando que son su motor y quienes mejor le enseñan español. Para el deleite de sus fans -audiencia mayoritariamente adulta-, cedió el micrófono a Alba, una seguidora catalana con un perfecto inglés situada en las primeras filas, y ella interpretó My Way como si fuera una artista invitada. Además, agradeció el apoyo a ritmo de Home, tema que dedicó al público.
“Empezaremos suave e iremos acelerando para que todo el mundo acabe bailando esta noche aquí. Quiero montar una fiesta”. Dijo en su saludo inicial. Y así fue. La delicadeza de baladas como When You’re Smiling, You’re Nobody Till Somebody Loves You o When I Fall In Love dejaron paso a Buona sera signorina, Just a Gigolo o You Never Can Tell y la fiesta se formó en la plataforma central donde incluso algunos músicos se desplazaron para formar una especie de Jam Session a lo grande, como si estuvieran en un club improvisando sin estarlo.
El final fue realmente apoteósico. El Palau Sant Jordi en pie. Cantando, bailando y sintiendo cada compás de Where or When y Everything, e incluso iluminando todo el estadio para hacer de You’re Always On My Mind un precioso final. Por decir algo negativo, el concierto hubiera podido ser en diciembre. Así seguro hubiera caído alguna versión de villancicos navideños…
Texto: Gemma Ribera
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