TEATRO – NACIONAL – CRÍTICA
La cara de Quim Masferrer debería sonarle a todo catalán. Su nombre, al menos, es popular en Catalunya desde el año 1998, cuando fundó la compañía teatral Teatre de Guerrilla, y se convirtió en director, autor de los espectáculos que ofrecían y actor. Desde entonces, a parte de los teatros, se le ha podido ver participando en varios programas de RAC1, Catalunya Ràdio, Canal 33 y TV3, siendo éste último el canal autonómico elegido para estrenar El Foraster. Actualmente compagina televisión con teatro y está visitando todos los pueblos habidos y por haber con Bona Gent, un homenaje al público que al fin ha parado unas semanas en el Club Capitol de Barcelona.
Este hombre nacido en Sant Feliu de Buixalleu -un municipio de la comarca de La Selva-, está acostumbrado a interactuar con grandes y pequeños. Le gusta conversar y dar pie a historias que otra gente debería conocer. Sus creaciones son fáciles de leer y de entender puesto que, pese a su carácter cómico, siempre saca su vena más humana y de inmediato uno puede encontrarse ante una pieza hilarante como ante un monólogo más profundo y/o filosófico.
Hasta la fecha sus espectáculos teatrales se describian como un monólogo donde, de vez en cuando, podía pedir la colaboración del público para opinar o compartir anécdotas, tal como sucedía en su programa televisivo más famoso. Ahora, en cambio, Bona Gent resulta un show que surge desde el otro lado: un show hecho por y para el público. Un show que nunca se repite igual porque se basa en la improvisación, en la voluntad de la gente por participar y en el tipo de conexión que se establezca entre el escenario y la platea.
Siempre hemos aplaudido actores, actrices, dramaturgias, escenografías, directores, etc, pero éste espectáculo está pensado para aplaudir el público. Y puede salir bien o puede salir mal, en la función que vimos hubieron risas, despropósitos y por suerte ningún silencio incómodo. Masferrer es un buen mediador y demostró que sabe encadenar las cosas para que no se vean los fallos y todo quede en un microsegundo de dudas o de vergüenza.
Escenografía casi que no hace falta. Tan solo hay una pantalla en el escenario donde se proyectan las caras del público para que todos los asistentes vean el punto de enfoque y quienes hablen se sientan protagonistas. ¿Para qué más? La estructura de la sala y el buen hacer de Masferrer completan el resto de “elementos”.
- ¿Por qué verlo?
Para pasar un buen rato, sincerarse si te toca abrir la boca y hacer una especie de terapia grupal con desconocidos que pueden volverse conocidos a la salida del teatro. No tiene por qué tocarte a ti ya que no todo el mundo habla; pero hay que tener en cuenta que en estos casos la timidez es mejor dejarla en casa.
Valoración: ✮✮✮
Texto: Gemma Ribera
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