TEATRO – NACIONAL – PRESENTACIÓN
“La vida me ha cambiado mucho en tres años”, sentenciaba Antonio Banderas en la rueda de prensa de A Chorus Line en Barcelona. En enero de 2017 el actor sufrió un ataque al corazón que le hizo aprender a priorizar. “Lo que me preocupa ahora es ser muy simple a la hora de entender mi profesión y ocuparme de lo que estoy haciendo”. Éstos últimos meses ha preferido dejar el dinero en segundo plano y centrarse en la familia, el teatro y todo lo que conlleva.
“Yo trabajo con mi cuerpo y con lo que soy y todo lo que me ocurre forma parte de mi archivo y de lo que después puedo ofrecer como persona e intérprete. […] Esa experiencia tan dolorosa me marcó a nivel filosófico y a partir de ahí aprendí a disfrutar del día a día. El mayor enemigo del éxito es la ansiedad por conseguirlo”. Qué bien habla y cuánta razón tiene, señores y señoras.
Él mismo produce y codirige esta adaptación española del musical originalmente dirigido por Michael Bennet en 1975; pieza que eligió para inaugurar su nuevo espacio en Málaga: el Teatro del Soho Caixabank. “Un sueño de 20 años”, confesaba con una radiante sonrisa. Del 21 de febrero al 29 de marzo A Chorus Line se representará en el teatro Tívoli con Pablo Puyol de protagonista. En su día Banderas interpretó ese papel en las funciones de su ciudad natal, aunque Puyol ya lo sustituyó entonces cuando el malagueño viajó a EE UU.
Banderas presentó el musical con la felicidad propia de todo aquél que acaba de lograr su primer Goya y arrastra una resaca emocional importante. Lo de ser candidato a los Óscar ya no le preocupa tanto. “La gente que consigue el Óscar es aquella que lo quiere y levanta la mano”. Aseguraba que irá “muy relajado” porque no es favorito y porque, dice, para ganarlo “hay que hacer campaña” y es un juego en el que él no ha jugado ya que estuvo haciendo teatro en Málaga.
A Chorus Line “lleva implícita una reflexión sobre las artes escénicas”. Resulta que para realizar el guión de este musical, Bennet se inspiró en las experiencias reales de los bailarines y actores que forman parte de una obra artística de este género. La versión de Banderas y compañía cuenta con 29 intérpretes y una orquesta de 15 músicos tocando en directo. “Tengo totalmente prohibido que no haya música en directo en un musical”, señalaba el autor con el acuerdo de Puyol al lado.
La historia transcurre en Broadway a mediados de los años setenta, y arranca con una audición para una nueva producción musical, que dirige Zach, el protagonista al que da vida el que fuera actor de series como Un Paso Adelante o Los Serrano. Un personaje autoritario y ambicioso que “vive en una burbuja en la que no ve seres humanos sino bailarines”. Durante un año, Lluís Pasqual había sido el director artístico de ese sueño del actor. Anunció su dimisión hace relativamente poco, y a Banderas no le quedó otro remedio que rodearse de otra gente. Según palabras del actor, “a Pasqual se le espera de vuelta pronto para encargarse de la dirección de escena”.
Son conscientes de que actualmente el apoyo digital es importante para abrir ventanas y dar visibilidad a proyectos pequeños, pero tanto Pablo Puyol como el propio Banderas coincidieron en que “las redes sociales lo han distorsionado todo”. Estamos enganchados a compartir cada segundo de nuestra rutina y la magia del teatro es que allí nada se graba, una semilla crece en tu interior para que luego compartas la experiencia con quien quieras.
En el teatro “vas, ves la obra y lo único que permanece es el recuerdo”, decía Banderas. “Somos un grupo de personas contando una historia a otro grupo”, añadía Puyol. Y ojalá que eso no cambie, porque compartir es vivir.
Texto y fotos: Gemma Ribera
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