CINE – ESPAÑA – CRÍTICA
Adú tiene seis años y es el protagonista del largometraje que lleva su nombre. Dirigido por Salvador Calvo (Los últimos de Filipinas), este drama humanitario tiene el propósito de enseñar el grave problema de la inmigración africana desde su base. Es fácil encariñarse con la historia de Adú y Massar (Moustapha Oumarou y Adam Nourou) y su huída de Camerún para poder sobrevivir, pero a la que se van añadiendo otras capas al film, este pierde fuerza y gana superficialidad.
Junto a la trama principal se van alternando dos visiones distintas del racionalismo de la inmigración. Por un lado, está la rigidez de los que controlan las fronteras de Europa y el empeño noche tras noche de los asaltantes al muro. Y, por otro lado, se muestra desde el enfoque del trabajo que realizan cooperantes y ONG.
La voluntad del guion está bien narrada y conseguida: conseguir que las tres partes confluyan en un punto y ayuden a entender dónde nace y cómo acaba (o muere) la travesía de un emigrante hasta llegar a la tierra prometida, es decir, España. La cámara capta cada mirada, cada movimiento y cada acción para enseñarnos tanto el comportamiento más duro como el más humano de cada una de las partes que entran en juego.
La intrusión del guarda del parque protegido en Camerún, es lo que menos encaja en la película. No así el problema que estos parques suponen para todos. El conflicto entre la defensa de los animales protegidos normalmente por activistas medioambientales y los residentes que viven en las reservas y que dependen de grandes mamíferos como los elefantes para no morir de hambre, es cien por cien real.
No obstante, otro aspecto que no nos parece bien tratado en la película, es la relación paternofilial que mantienen un activista desesperado (Luis Tosar) y su descontrolada hija (Anna Castillo). Dicho vinculo se alarga demasiado y en el fondo su “vida personal” no viene a cuento y aporta más bien poco al conjunto.
El papel de los tres policías que vigilan la valla de Melilla es correcto, sin más. Álvaro Cervantes, Jesús Carroza y Miquel Fernández cumplen con su deber, pero tampoco destacan. Las actuaciones del pequeño Adú y de su amigo adolescente Massar, se llevan totalmente el peso de la película.
Ambos nos enseñan crudamente lo difícil que supone escapar de la miseria o la muerte a temprana edad para intentar llegar a la valla de Melilla donde todo su esfuerzo de años se puede esfumar en segundos, o con la misma muerte, o con el tener que quedarse allí a dos pasos de “su libertad” más tiempo a veces del que tienen.
¿Por qué verla?
Gracias a la acurada fotografía de Sergi Vilanova, el espectador puede ver realmente como se vive en la mayoría de países de África, continente del que tan poco nos gusta hablar si no es para enseñarnos los safaris. La realidad es muy distinta, y es por eso que cada día llegan más personas a las costas de España, buscando solo una vida mejor. Es aconsejable verla porque nos puede abrir un poco los ojos a este gran drama humano.
Valoración: ✮✮✮
Texto: Gemma Ribera
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