MÚSICA – BARCELONA – CRÓNICA
‘Motomami World Tour’ de Rosalía es una experiencia audiovisual que bebe de la cultura de internet. Para conseguirlo, la artista se basa en ofrecer una cuidada imagen vertical para atrapar a su público y conectar con las nuevas generaciones. En directo reproduce, gracias al uso de pantallas y varias cámaras en mano, cada uno de los Tik Tok con los que presentó las canciones de su álbum Motomami cuatro meses atrás. Y no solo eso, sino que va mucho más allá con cada quejío, con cada perreo y con cada discurso.
Una moto quemando rueda, el zumbido de cualquier motor, y un escenario al estilo “caja de luz” que simboliza una pista de despegue. En el centro ella, Rosalía, rodeada por ocho bailarines. Todos ellos merecen una mención por su impecable trabajo. Bravo Sam Vázquez, Eddy Soares, Jaxon Willard, Antonio Spinelli, Stanley Glover, Óscar Ramos, Daniel Muñoz y Mykee. Eso sí, actúan sin músicos sobre el escenario, sin El Guincho disparando bases, y con tan solo un teclista que acompaña a Rosalía desde las sombra. Arranca el show y se nos presenta la nueva era de la cantante y compositora catalana. Sin artificios, pero como si atravesaras la cuarta pared.
Griterío ensordecedor en cuanto se apagan las luces, se quitan los cascos Motomami y los bajos de Saoko empiezan a sonar. Locura al turno de Candy y Bizcochito –con pose inicial y coreografía incluidos-. Y de pronto llega la bachata con La fama. La gente de pie en gradas, imposible no bailar. Segundo concierto consecutivo en el Palau Sant Jordi, y son otras 17.000 personas las que caen rendidas a sus pies.
Rosalía saludó a los asistentes en catalán justo antes de agarrar la guitarra eléctrica Les Paul para interpretar Dolerme, asegurando que es una de sus canciones favoritas y más especiales. Poco a poco fueron sucediendo otros temas singulares de su último disco como G3 N15 (dedicada a su sobrino) o Hentai (al piano), aunque si algo esperaban los asistentes era gozar de lo lindo con sus reconocidos Chicken Teriyaki, Con altura o Yo x ti, tú x mí.

Una cámara la sigue de cerca. Muy cerca. A veces incluso es ella quien la agarra para acercarse a las primeras filas o mostrar lo que está haciendo. Tanto es así que Rosalía recorrió el foso micrófono en mano para permitir que algunos fans entonasen La noche de anoche o bien leyera pancartas en directo y dedicase incluso un “cumpleaños feliz” improvisado a un afortunado.
Lo importante es no perderse detalle porque, en el fondo, ‘Motomami’ es Rosalía y su consiguiente transformación. De la chica sensual y guerrera a la chica que se desmaquilla, se corta un par de mechones de pelo, pronuncia su peculiar abecedario y canta A cappella Milionària en catalán. Eso es precisamente lo que diferencia a Rosalía del resto: su imaginario y la capacidad de pasar del trap al pop, del bolero a la balada y del reguetón al flamenco.
¿Quieres una exhibición de poderío vocal? Espera a Como un G o mejor, a que se plante una descomunal bata de cola negra de doce metros y se ponga a cantar De plata para dejarte sin respiración. ¿Quieres coreografías de infarto? Tranquilidad, que puedes verlas en De aquí no sales o La Combi Versace. ¿Quieres a la Rosalía que no para de rugir? Calma, que también hay sitio para Diablo, Motomami o un final apoteósico con CUUUUuuuuuute
El repertorio de esta gira está formado por un extenso listado de singles y colaboraciones, un par de temas inéditos (el famoso Despechá con gente del público sobre el escenario y Aislamiento) y solo un par de temas de su anterior trabajo: Malamente y Pienso en tu mirá. Qué más da. Rosalía hace lo que le da la gana y lo hace bien. Mucho más entregada, abierta y segura de si misma que en 2019. Una ‘Motomami’ con D de dinamita y G de guapa. Una cantante con el rostro cubierto de sudor y la sonrisa que la delata.
Hay que valorar positivamente que, en una hora y tres cuartos de concierto, la de San Esteve de Sesrovires no paró en ningún momento y solamente salió del escenario para dar paso a los bises. A pesar del cansancio al ser la segunda noche y el calor sofocante, hizo emocionar a todos con Sakura. Al terminar, entre los aplausos y la ovación del público, se despidió diciendo «Barcelona, moltes gràcies!».
Texto: Gemma Ribera
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